Manifiesto Comunista

Manifiesto del Partido Comunista

El Manifiesto del Partido Comunista (Manifest der Kommunistischen Partei, por su título en alemán) es una proclama encargada por la Liga de los Comunistas a Karl Marx y Friedrich Engels en 1847 y publicado el 21 de febrero de 1848.

Relevancia histórica

En 1842, a la edad de 24 años, Marx dirigía un periódico llamado “La Gaceta Renana”, que se editaba en la ciudad de Colonia. Friedrich Engels, hijo de una acaudalada familia de industriales, tenía entonces 22 años y enviaba colaboraciones desinteresadas a este periódico. Por aquellas fechas, la familia de Engels decidió enviarle a estudiar y a dirigir los negocios familiares a la ciudad inglesa de Manchester, que era entonces el centro del capitalismo mundial. Aprovechando el viaje, Engels pasó por Colonia en septiembre de 1842, pero Marx casi no le atendió, ya que sospechaba que sus desinteresados artículos y su presencia en el diario eran una maniobra de la policía para infiltrar un espía en la redacción. Engels siguió camino de Manchester, desde donde continuó enviando colaboraciones, hasta que el gobierno prohibió la publicación de La Gaceta Renana.

Marx se fue a vivir a París, y ambos, uno en Inglaterra y el otro en Francia, entraron en contacto con una organización obrera secreta llamada, La Liga de los Justos. Engels, a su regreso a Alemania, pasó por París en 1844 para ver a Marx, que ya se había convencido de que Engels no era ningún espía de la policía. En París comprobaron que habían llegado de forma independiente a las mismas conclusiones teóricas. Deseando difundir sus ideas entre los obreros, decidieron explicar sus puntos de vista a los miembros de la Liga de los Justos. A principios de 1847, un representante de la liga les indicó que casi todos los miembros de la organización estaban convencidos de que sus planteamientos teóricos eran correctos, y les pidió que ingresaran en esta para defenderlos ellos mismos en el próximo congreso. La liga aprobó los planteamientos políticos de Marx y de Engels, y pasó a llamarse Liga de los Comunistas. Asimismo, se encargó a Marx y a Engels que redactaran un manifiesto que contuviera las principales ideas comunistas adoptadas por la liga. Engels empezó el trabajo con una obra en forma de catecismo, titulada Principios del Comunismo, pero este trabajo fue abandonado posteriormente. Marx y Engels, ayudados por Jenny Von Westphalen, la esposa de Marx, consiguieron dar a la imprenta El Manifiesto Comunista en febrero de 1848, exponiendo por primera vez al público el pensamiento de Marx y Engels de forma escrita.

El Manifiesto Comunista es considerado uno de los tratados políticos más influyentes de la historia.

Este Manifiesto, del que son especialmente famosas las frases de principio y final (Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo y el lema ¡Proletarios de todos los países, uníos!, respectivamente), favoreció una gran revolución social y política y fue la base ideológica del movimiento obrero internacional y del proceso revolucionario ruso, que culminó en 1917 con la creación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

Contenido y estructura

El texto del Manifiesto describe sucinta y explícitamente los principios de la teoría marxista del materialismo dialéctico y anuncia los propósitos y el programa de la Liga. Sugiere un curso de acción para una revolución proletaria que derrocaría el capitalismo e instauraría una sociedad sin clases.

Está estructurado en cuatro grandes capítulos:
Burgueses y proletarios. En este apartado introductorio, desarrolla la idea de que la historia del mundo se basa en la lucha entre opresores y oprimidos, y concibe el modelo social de entonces como un espacio de enfrentamiento entre la burguesía, obligada a revolucionar constantemente los medios de producción para su propia supervivencia; y el proletariado, que aprovechará los cambios desencadenados por el capital para volverse contra él y derrumbar el orden capitalista.
Proletarios y comunistas. Los autores identifican el proyecto comunista de la Liga con los intereses del proletariado internacional, de forma que define el comunismo como la ideología obrera final o vanguardia proletaria. En este apartado desarrolla propiamente el programa del comunismo y rebate las críticas que se vierten contra el proyecto comunista. Así, establece en este apartado la abolición de la propiedad privada, la creación de un elevado impuesto progresivo, la omnipotencia del Estado y el igualitarismo entre todos los ciudadanos. Mediante estas medidas (dictadura del proletariado) los autores buscan la desaparición de las desigualdades de clase; y teóricamente, tras la superación de esta fase tendrá lugar el establecimiento de una sociedad libre y socialista en la que el poder político ya no sea necesario.
Literatura socialista y comunista. Entre la nebulosa de propuestas de tendencia izquierdista o socialista de la época, los autores del Manifiesto destacan varias tendencias:
Socialismo reaccionario, soportado por los pequeños comerciantes y campesinos que, viendo amenazada su supervivencia por la voracidad burguesa, se adhieren al comunismo para derribar al gran capital.
Socialismo alemán, desafortunada imitación de la literatura socialista francesa que queda relegada a una función meramente teórica e idealista, sin ningún valor práctico.
Socialismo burgués, entendido como la coraza de algunos sectores de la burguesía para resistir el empuje del proletariado. Según esta tendencia, la burguesía es una clase buena y necesaria para el proletariado.
Socialismo utópico, conjunto en el cual se enmarcan las corrientes de Saint-Simon, Robert Owen o Fourier, que no contemplan la lucha de clases como necesidad para llegar a un orden socialista.
Actitud de los comunistas ante los otros partidos de la oposición. Tras una enumeración de la situación del partido comunista en diferentes países europeos y en los EE.UU., los autores concluyen que el comunismo se posiciona en todos sitios enfrente del poder establecido y al lado de los revolucionarios, sean estos burgueses en un país feudal, campesinos en una nación burguesa, etc.

Después de publicarse en Inglaterra el texto apareció en toda Europa y en diversos idiomas: alemán, francés, inglés, flamenco, italiano, danés y ruso.

En el comienzo se inicia con un análisis evolutivo de la historia, según el materialismo histórico. En él, la historia es concebida como una ininterrumpida lucha de clases, caracterizada siempre por la lucha de intereses entre opresor y oprimido. (Ver en Hegel "dialéctica del amo y del esclavo"). Los señores feudales terminan con la modernidad, y la nobleza irá desapareciendo, paulatinamente, como consecuencia de la Revolución Francesa. De modo que las clases imperantes que han restado son la burguesía y el proletariado. La primera, con sus lejanos orígenes medievales irá agigantándose hasta peticionar por sus derechos políticos en el Siglo XVIII. El proletariado (que comprende también al campesinado dependiente) será la nueva clase oprimida, y que se irá conformando en amplitud a través de las Revoluciones Industriales.

La toma del poder político y del poder económico -apoderamiento de los medios de producción- será el proceso de la burguesía que llevará consigo la excavación de su propia tumba: el proletariado, llevado a una explotación inhumana y sin ningún tipo de consideraciones. A su vez la maquinaria lo transforma en un apéndice de ese medio de producción, en una figura alienada que ya no guarda un vínculo con el producto de su trabajo. Ofrece su trabajo como medio de intercambio, pero el capitalismo le paga, solamente, para su subsistencia, quedándose con la diferencia:la plusvalía.

Será esta alienación la que llevará a esta clase a la unión y a la lucha. A tomar en sus manos un papel revolucionario. Según el materialismo histórico, el proletariado, por un proceso dialéctico de corte definidamente hegeliano, estará destinado a transformarse en redentor del hombre en la historia.

Esa liberación significará la liberación de todos los hombres, incluyendo a los burgueses, que en la relación de "amo y esclavo" se encuentran como aherrojados por una fuerza que los excede y les quita la posibilidad de ser dueños de sí: esto es, no estar alienados, a su modo.

De este modo los pasos prefijados por el proceso histórico serán, en este orden: Derrocamiento de la burguesía como dueña del poder político y económico.Desaparición de la propiedad privada de los medios de producción. Supresión del sistema ficticio de "las libertades burguesas". Anulación del papel educativo de la familia, como ente sobrepuesto a los intereses de la comunidad. Abolición del Estado, como máxima superestructura de todas las ideologías conformadas por los intereses burgueses. Supresión de la religión como ideología de la clase dominante y promesa de un paraíso de ficción. Anulación de la moral de la burguesía, en la que se encuentran cristalizadas los intereses de esta clase.

En el pensamiento marxista, la revolución proletaria es una necesidad histórica, que supone un proceso ineluctable; pero no puede darse sin que antes se recorra el periplo total. Los países feudales, o en los que el feudalismo se encuentra enquistado todavía, de alguna manera, no están designados para iniciar la Revolución. Lo paradójico es que haya sido Rusia, un país semifeudal, el que en 1917, estableciera el primer estado socialista. Pero Marx ya no estaba para interpretar este proceso político y social aparentemente ajeno a las predicciones del materialismo histórico de la época.