René Magritte (132 Reproducciones)

René Magritte (132 Reproducciones)




Nadiepuede negar que la experiencia de encontrarse frente a un Magritte enalgún museo del mundo o en una de las miles de reproducciones quecirculan en el vertiginoso mundo de la comunicación no sea inquietante,magnética, absurda o especial.
Un extraño estremecimiento podría ser la única manifestación de unespectador al interactuar con esas innovadoras imágenes donde nuestrapercepción ordinaria no basta. La mente discriminadora nos envíaurgentes mensajes que han ingresado a través del aprendizaje y lossentidos. Hay sin lugar a dudas una incoherencia entre la forma y elcontenido, entre el contenido y su lectura, entre cualquier de losaspectos de la obra. ¿Qué hacer? Darnos media vuelta e ignorar, o mejoraún, no ingresar la experiencia a la consciencia por encontrarlaabsurda.
Si finalmente decidimos continuar, podremos caminar por un senderode percepción nuevo, creativo y reflexivo, lo que nos llevaría aconstituir nuevos niveles de percepción estética y un dinamismodiferente para avanzar por esos derroteros misteriosos que Magritte nosquiso develar.



Este hombre tan especial, que abrió su conciencia para plasmar enlas formas ideas que tan genialmente supo rescatar de los niveles delinconsciente, vivió y creció en el pequeño pueblo industrial deCharleroi. Nació un 21 de noviembre de 1898 en una Bélgicacongestionada por el choque constante de los dos grupos étnicos yreligiosos que la conformaban. Quizás esta permanente contraposiciónayudó a despertar en él una mente inquisidora, inquieta, rebelde ycapaz de traspasar las fronteras de lo común.
Constantemente estaba participando en el debate, y es conocida suparticipación política en las fuerzas de izquierda, aunque estafiliación fue esencialmente un asunto de postura intelectual. Durantela guerra integró el Grupo Dadá, dirigiendo dos interesantes revistasjunto a Mesens, el poeta.
La libertad era cuestión esencial para este inquieto artista, asíes que, a pesar de su filiación política, nunca aceptó que su artefuese sometido a las directrices partidistas. En el fondo su únicoestandarte fue siempre el misterio de las cosas, misterio que, sinlugar a dudas, pertenece a todos y a ninguno; pues bien podríamos decirque el misterio está flotando ingrávido a la vez que se integra en cadapartícula. Magritte lo incluyó en cada una de sus pinceladas, y másaún, fue capaz de suspenderlo en el ambiente de la obra.
Un día, durante su infancia, encontró a un pintor venido de lacapital pintando en el cementerio del pueblo, y esa imagen, que lerondaría con frecuencia en su vida adulta, fue como una puerta deentrada a la concepción de que pintar es un acto mágico y el pintor, unser dotado de poderes. Esta idea se afianzó, ya que más tarde lapráctica de ese arte lo llevaría a concluir que la pintura tenía muypoco que ver con la vida cotidiana, y que toda tentativa de liberaciónsiempre sería atacada por el público con sus inamovibles definicionesde lo normal y adecuado.



Para Magritte no era novedad la poderosa indignación de la masacomún frente a todo proceso de búsqueda y desafío de las leyes querigen las cosas que están más allá. Muchos de los artistascontemporáneos a él, vapuleados por este mundo “normal”, renunciabanrápidamente a su libertad y ponían su arte al servicio de cualquiercorriente o persona. Frente a esta realidad, él mismo nos dice: “Yotenía mi propio punto de apoyo… la magia del arte que conocí en miinfancia”.
Con frecuencia este pintor se conectó con elementos de suinfancia, como aquella misteriosa caja junto a su cuna, un globoaerostático varado en el techo de sus vecinos, sus correrías por elcementerio, elementos que viajando por las diferentes franjas de suconciencia van dejando estelas diferentes en sus numerosas obras. Esteproceso de plasmar como símbolos pictóricos numerosos contenidosextraídos del inconsciente fue extremadamente acucioso en este pintor.Sus inmersiones fueron profundas y descarnadas, y sin embargo afloraroncomo formas limpias y precisas donde la emoción y la genética mentalpalpitan en una estricta armonía dentro de lo formal.
Para llegar a desarrollarse como lo hizo, él mismo contaba que yaen 1915 vislumbraba con cierta claridad su camino futuro. “Traté derecuperar la posición que me permitiera ver de otra manera que la quese me quería imponer. A esta altura era dueño de una adecuada técnicapictórica y en soledad intenté hacer algunas obras completamentediferentes a lo que se conocía en pintura. Experimenté intensamente losplaceres de la libertad pintando imágenes opuestas a la convención”.



Aunque las imágenes transportadas de su infancia contribuyeronenormemente a su creación, no podemos dejar de reconocer que estas sólopueden estar presentes en la obra después de haber sido examinadas yreinventadas a la luz de la experiencia y conocimiento de su edadadulta. Por esto es que en casi todas las telas de Magritte es posibleobservar elementos en pugna que provocan un impacto que sacudeviolentamente nuestro espíritu y nos estimula a pensar. Un ejemplo muyclaro está en “El Imperio de las Luces”, donde el dia y la nocheaparecen a la vez.
Este choque en nuestra mente provoca una chispa, una pequeñacuota de luz producto del roce, y esa luz, en principio escasa, podríasucesivamente ir aumentando en la medida que hace de motor de partida anuevos impactos de conciencia. En el cuadro “La llave de vidrio”, quemuestra un peñasco suspendido en el aire mostrando una ligerezainesperada para su peso.
Magritte no hace otra cosa que introducirnos a un procedimientoque utilizó frecuentemente, que consiste en mostrar una imposibilidad através de otra imposibilidad; aquí el contraste no se produce entre dosobjetos sino entre las propiedades de un mismo objeto. El cuadro puededisponer a su antojo de las apariencias formales como si fuera un mundoautónomo. Sin embargo, dentro de él existe una lógica que contradicelas leyes de percepción ordinaria. Magritte nunca se cansó de estafacultad de divergir la realidad, caminando cada vez más profundamentepor las técnicas surrealistas que lo harían famoso. Sus pasos sedetuvieron en 1967, sólo cuando la muerte le hizo abandonar un cuadroinconcluso en el caballete.
Con frecuencia hablamos del camino del ser humano en el mundo delos opuestos y de su gran destino de ir armonizándolos a través de unaespiral. Pareciera que Magritte quiso dejarnos algunos derroterosprecisos, ya que se tomó la molestia de emplear algunas claves paraintroducirnos en la visión de ese mundo tan particular que propone através de sus obras.



Detengámonos un poco en la unión sistemática de los opuestos quenos propone este hombre que solía pensar en imágenes, que luegoplasmaba en el acto depurado de pintar. De alguna manera estos opuestosserían como dos caminos, dos fuerzas o vectores que al fusionarseconstituyen una entrada en lo maravilloso.
Ciertamente no es esta libertad de la pintura con respecto a susmodelos el único legado de Magritte, sino también su cuidadora,académica y armoniosa manufactura. Dejó cuadros de tremenda perfeccióntécnica, es impresionante la manera en que emplea el azul, así comoinolvidables sus encantos luminosos conocidos como Período Renoir o“pleno sol”, con los cuales quiso aportar una gota de alegría a lagrisácea post-guerra.
Magritte ante todo era un pintor de ideas, de pensamientosvisibles. En él era natural pensar en imágenes y su interés estaba enplasmarlas lo más fielmente posible, desechando así toda suerte desentimentalismo. Tanto en él como en su obra había una fuerteacentuación del aspecto intelectual.
Para algunas corrientes de opinión, su obra es para filósofos, yaque en ellas la emoción estética es inseparable de la reflexión y laactividad intelectual. Así, en el cuadro que tituló “El más allá”,donde podemos apreciar una tumba sin epitafio, nos encontramos con quelo que podemos percibir más allá de la frontera es sólo su esenciainvisible, con lo que de alguna forma nos hace testigo de esa ausenciade códigos conocidos.
No podemos mantenernos impasibles ante la conmoción que nosprovoca el cuadro y la idea que subyace. No podemos escapar, estamosfrente a un fenómeno espectacular: la visión simple y la visiónrefleja, la mirada y la mirada que capta la mirada (el observadorobservado), dos aspectos claves en la obra de este intelectual quesiempre fue capaz de invertir el orden de la percepción normal paraseguir más bien la lógica poética que le permitió pintar las cosasreconocibles bajo un aspecto insólito, dotadas de un fuerte poder depersuasión.
Es increíble darse cuenta de cómo se valía del mundo de lasapariencias con una absoluta libertad que provoca y desconcierta, comoese huevo de descomunales proporciones dentro de una jaula, una formade denunciar la crueldad del ser humano siempre dispuesto a dominar,domesticar y mantener bajo control a toda forma de vida. De algunaforma esos hombrecitos de hongo, símbolo del hombre-masa, repitiéndoseinfinitamente por los espacios magrittianos serían tal vez antiguoshuevos enjaulados que hoy día no pueden sino tener pensamientosmódulos, caminos trillados y vestuarios seriados de grandes almacenes.
Magritte no podía permanecer quieto frente a la podainstitucionalizada de las mentes, se indignaba frente a la estupidez ya la bajeza humana que repta y que sólo por cortos lapsos realizavuelos rasantes.
Mirando desde otra óptica, podríamos decir que en Magritte elsurrealismo nace de la infidelidad para con la imagen reflejada. El ojodel pintor traiciona aquello que contempla, es un espejo que muestralas cosas en las cosas, el misterio que suelen ocultar y que laintervención del arte es capaz de revelar.
De todas formas, en el mundo visible siempre está el eternoconflicto de la poca visibilidad, donde cada objeto cubre a otro ydonde, incluso si nada obstruyera la visión de alguno, quedaría eselado oculto más vasto y fascinante que lo que vemos, justamente estelado oculto de las cosas y de la vida es lo que Magritte, desafiandotoda lógica, captó sutilmente en sus cuadros. Como una manera más decontribuir a descorrer los innumerables velos de los distintos nivelesde realidad, el autor asoció a sus obras títulos que generalmente nohacen otra cosa que despistar aún más nuestra mente concreta o lógica,provocando una confrontación análoga a la que ya se vive dentro delcuadro mismo.
Como otro medio de ingresar nuevos contenidos, y fiel a su manerade ver la vida y crear espacios pictóricos, se impregnó de referenciasliterarias en las obras de algunos escritores con los cualesconcordaba, entre ellos Stevenson, Hegel, Baudelaire, Verlaine,Heidegger, Lautremont, pero su máxima interacción fue con lasinfluencias literarias del mago en el tratamiento del misterio, EdgarAllan Poe.



Un gran misterio e inspiración en su vida fue la mujer, en elcamino de desentrañar lo femenino, la quietud, la inspiración. Esfundamental la presencia de su mujer y modelo Georgette, con quien secasó en 1922.
No bastaba reproducir la sensualidad sino que quería conjurarla yrecrearla con sus propios medios. Deseo condenado al fracaso,produciéndose una constatación desencantada del acto fallido, lo queprovoca una profunda melancolía que sirve de protección, a la vez quees capaz de atravesar el cuadro de extremo a extremo en lo referente alcuerpo y al deseo.

Cada una de sus obras es un espacio donde podemos encontrar enigmasque descifrar. Son muchas y variadas las lecturas de estos códices quenos permiten trasladarnos a ese otro mundo que tiene que revelarse porsí mismo con sus leyes y procesos alquímicos. Nadie saldrá igualdespués de experimentar esta realidad; cada uno de los que nosintroducimos a las imágenes vamos reescribiendo en nuestros camposenergéticos nuevos paisajes.

El mundo de Magritte es despiadadamente evidente, y en su evidenciano hace más que confirmarnos lo incierto de la materia, laimpermanencia de lo que parece no serlo, y el constante fluir de lasformas y de sus conductas. Resulta imposible permanecer estáticosfrente a un mundo cambiante que en el fondo somos nosotros mismos.

El no trató de negar el contexto físico o sociopsicológico de laobra de arte, sino que más que nada pretendió privarlo de su influenciapara orientarlo a favor de lo poético y misterioso.

Patricia Zárraga