Adicción de mirar 400 veces pantalla de celular
"Crackberry": la adicción de mirar 400 veces al día la pantalla del celular
Por la posibilidad de estar siempre conectados y de llevar la oficina a cuestas en dispositivos cada vez más pequeños, los teléfonos inteligentes ganan cada más adeptos entre profesionales, ejecutivos y hombres de negocios. Y así como propician una mayor eficiencia al borrar distancias y acortar tiempos también son el blanco de una adicción que está a la orden del día: el crackberry .
Lejos de denostar los avances de la tecnología móvil, se trata obviamente de una cuestión de uso que, por compulsiva, termina afectando la calidad de vida y la salud. La realidad es que resulta casi imposible quitarle los ojos a la pantalla aun en reuniones importantes de trabajo. Lo mismo que apagarlo durante la noche o ponerle límite a los temas laborales en horas de ocio. Ante la adicción, "su falta genera síntomas de abstinencia, ansiedad, tensión, estrés", enumera Daniel López Rosetti, presidente de la Sociedad Argentina de Medicina del Estrés.
"La dependencia al teléfono se pone de manifiesto cuando se suprime la relación con el objeto y se altera el estado emocional de la persona, que se muestra irritable, inquieta, preocupada. En algunos casos esta abstinencia puede asociarse a manifestaciones físicas como tensión muscular, acidez o dolores musculares", detalla Verónica Mora, médica psiquiatra, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
Una enfermedad
Según una nota del diario español El País y en palabras de Juan Manuel Romero, especialista en adicciones digitales, el y "crackberry consiste en mirar más de 400 veces diarias la pantalla del teléfono".
Más allá del número, que impresiona, la frontera entre el uso y el abuso "depende de cada uno y está relacionada con una tendencia previa de la persona", dice Laura Orsi, médica psicoanalista y miembro de la APA. "Se vuelve adictivo si la vida se centra sólo en el uso del teléfono, si se deja de estar con la familia, con los amigos. La adicción tiene que ver con el grado en que se modifican las relaciones interpersonales."
Otro síntoma cotidiano: "Si salís de tu casa y te olvidaste la plata, llegás a la oficina y le pedís prestado a un compañero, pero si te olvidaste el teléfono, seguro que volvés a buscarlo", resalta Susana Calero, médica psiquiatra, jefa del Servicio de Adicciones del Hospital Alvarez y directora del Centro de Asistencia, Capacitación e Investigación de Socioadicciones (Cacis).
Convertido en una herramienta laboral imprescindible, para Juan Cruz Mones Cazón, director de la ONG Idealistas.org y usuario entusiasta, estar hoy sin su teléfono inteligente le resulta imposible: "Es mi asistente personal. Hace un par de años si me olvidaba el celular, no me importaba. Ahora, aunque esté a una cuadra del trabajo, vuelvo a casa a buscarlo. Me reconozco más que fanático, y no con mucha simpatía, como un enfermo de estos dispositivos que me permiten tener unificada la agenda, los contactos, el correo electrónico. Y que además me divierten, se han vuelto un hobby. Estoy siempre pendiente de las nuevas aplicaciones".
Al tiempo que alaba sus bondades, Nicolás Mateo, abogado y empresario movedizo, también admite que el teléfono inteligente se ha vuelto casi una extensión de la mano. "Es una herramienta fundamental para mi trabajo, que me permite estar fuera de la oficina bastante seguido. Prácticamente ya ni uso la computadora porque me informo y me comunico todo el tiempo con el smartphone. Y reconozco que tengo una adicción: estoy todo el día mirándolo a ver qué aparece."
Padre de tres chicos en edad escolar, Mateo también admite que por exigencia de sus hijos trata de usarlo menos: "En casa antes era peor, lo dejaba a la hora de la cena. Ahora lo apago cuando llego, para estar con los chicos".
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