El poeta que rugió a la luna Atsushi Nakajima multiformato
El poeta que rugió a la luna Atsushi Nakajima
Atsushi Nakajima es un meteoro. Su obra se construye dispersándose, diluyéndose, intentando abrazar un corazón invisible con círculos cada vez mayores. Ese vértigo existencial, ese sincretismo tan personal, ese Oriente y ese Occidente suyos dan siempre en el blanco. Un escritor de verdad».
Le MondeEn esta primera traducción al español de uno de sus libros, los lectores tendrán la oportunidad de familiarizarse con la obra de Atsushi Nakajima, uno de los grandes autores japoneses del siglo xx. El cuento La luna sobre la montaña, incluido en esta recopilación, se estudia en los manuales de los institutos de enseñanza secundaria en Japón.
Dotado de una vasta formación humanística, Nakajima tradujo obras como Pascal o El gusano de Spinoza, de Aldous Huxley. Viajero incansable y escritor polifacético de novelas, ensayos, cuentos y poemas. Su profundo conocimiento de la filosofía y de la mitología se refleja en sus cuentos, cuyos personajes se ven sacudidos por las cuestiones existenciales características del periodo de entreguerras.
En el relato La catástrofe de las letras abordó uno de los grandes temas de la literatura y el pensamiento del siglo xx: el lenguaje. Siguiendo la ruta de la mitología japonesa, se pregunta si es posible dominar el lenguaje o si, por el contrario, somos nosotros los dominados por la esencia propia de las letras.
Sobre el autor aparecido en Le Monde, en 2012:
«No se puede desaprovechar esta ocasión de añadir un nombre a la larga lista de las víctimas de la metáfora astronómica: Atsushi Nakajima (1909-1942) es un meteoro. Esta figura atípica de la literatura japonesa de entreguerras lleva dos años creciendo a ojos vistas... y a vista de telescopio. Más bien, a priori, una estrella fugaz misteriosa. Quizá una curiosidad, un fenómeno celeste más, pero que merece consideración».
«El autor, aunque consciente de su época, de sus experiencias y de la guerra, expresa una necesidad de escribir que obedece no tanto a una exigencia de sentido cuanto a una confusión de los sentidos. A un desequilibrio intemporal, a una nausea, a un vértigo. Su obra se construye dispersándose, diluyéndose, intentando abrazar un corazón invisible con círculos cada vez mayores. Ese vértigo existencial, ese sincretismo tan personal, ese Oriente y ese Occidente suyos dan siempre en el blanco. Un escritor de verdad».
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