Las 8 Mejores Entrevistas de Soler Serrano en "A Fondo"




Joaquín Soler Serrano (Murcia, 19 de agosto de 1919 – Barcelona, 7 de septiembre de 2010) fue un locutor de radio y periodista español, especialmente popular durante las décadas de los años 50 a los 80.

Biografía

Inició su actividad profesional en Radio Nacional de España de Barcelona en 1939 donde desempeñó los puestos de locutor y redactor jefe.

Más adelante, pasaría a Radio España de Barcelona, EAJ 15. En esa etapa se consagró como locutor de radio, con programas históricos como Lo mejor del mundo, Blanco y negro, La samba, ¡caramba!, Feria de canciones, Reír es vivir, Peseta por palabra, ¡Que rico mambo! o Busque, corra y llegue usted primero, así como Desayune usted con nosotros, Café de la tarde, La universidad del aire y el cuento infantil Cascabel.

En 1956 se trasladó a Venezuela, donde permaneció dos años trabajando en televisión.

A su regreso a España, proseguiría su carrera en la Cadena SER, en Radio Barcelona, donde fue el responsable de espacios como: Esto es radio, Avecrem llama a su puerta o Caspe 6... ¡en orbita! con colaboradores como Camilo José Cela y Manolo del Arco.

Se hizo célebre con las actividades solidarias desarrolladas para ayudar a los damnificados por las inundaciones del Castellar del Vallés que se produjeron el 25 de septiembre de 1962.

En Televisión Española debutó en el año 1960, con el magazine Carrusel. Luego vendrían otros muchos espacios, hasta llegar al programa de entrevistas A fondo (1976-1981), en el que tuvo la oportunidad de entrevistar a figuras como Juan Rulfo, Octavio Paz, Josep Pla, Salvador Dalí, Camilo José Cela, Bernardo Bertolucci, Regino Sainz de la Maza, Frederick Forsyth, Jorge Luis Borges, Elia Kazan, Antonio Gala, Manuel Puig, Rafael Alberti, Pablo Serrano, José Donoso, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Juan Carlos Onetti, Chabuca Granda, Atahualpa Yupanqui o Silvio Fanti.

Recibió los premios más importantes del periodismo, como el Premio Nacional de Radiodifusión (1961) y el Premio Ondas en las ediciones de 1955, 1959, 1962, 1976 y 1999.

Falleció en Barcelona, el 7 de septiembre de 2010, a los 91 años de edad.








EMPEZEMOS CON LAS ENTREVISTAS:






"el escritor excepcional". Su singular importancia provocó que se hiciesen con él dos programas de A FONDO (pero por ahora sólo conseguí uno de ambos), con varios años de diferencia, con una duración total de más de dos horas y media.

El primero se grabó el 8 de septiembre de 1976. El último libro publicado por Borges era La moneda de hierro (en donde "hay un poema que yo compuse en sueños" ) ...y recuerda el mejor consejo para un escritor, el que le dio su padre: "escribir mucho, corregir mucho, romper casi todo, y sobre todo no apresurarte en publicar". El segundo programa ya se realizó en color, el 23 de abril de 1980, coincidiendo con la entrega del Premio Cervantes. Borges tiene ochenta años, ha muerto su madre, y es el momento culminante del "boom Borges", cuando se lee a Borges en todo el mundo, y da otro consejo: "yo soñé esta mañana que me moría, y sentí una gran sensación de alivio. Les aconsejo que se olviden de mí".

Pero no le olvidamos, convencidos de que seguramente no decía siempre la verdad: "decir la verdad siempre, es una pedantería".




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l punto de partida de este programa es la edición de uno de sus libros: Carta abierta a Salvador Dalí (1977). Es su faceta menos conocida: «Mi padre decía que era mucho mejor escribiendo que pintando, y seguramente es verdad...los pintores somos muy burros...en cambio los escritores son mucho más inteligentes, y si yo fuera menos inteligente, indiscutiblemente pintaría mucho mejor».

Desde sus años en la Residencia de Estudiantes de Madrid, en donde conoce a Federico García Lorca «la más grande amistad que he tenido», sus relaciones con escritores y la escritura fueron constantes: «Hace cuarenta años que estoy escribiendo para saber quién soy y aún no lo he logrado».

Joaquín Soler Serrano consigue que Dalí abandone durante una hora su personaje más superficial e histriónico, y así evidencia su excepcional dominio del lenguaje, siempre acompañado de un extraordinario sentido del humor: «Si hubiera dos mil Picassos, treinta Dalís, cincuenta Einsteins, el mundo sería prácticamente inhabitable, pero que nadie se espante, no los hay».




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ste programa se graba en 1977. Hace catorce años que Cortázar ha escrito Rayuela (1963), una de las novelas más significativas del autor y paradigma del “boom”, sobre el que opina: «responde al azar, no creo que corresponda a una maniobra editorial, los editores fueron detrás, no nos inventaron, vinieron después».

El último libro que ha publicado es Octaedro, del que está muy satisfecho: «el terreno del cuento es el terreno de mi trabajo», y analiza con lucidez el anterior, El libro de Manuel (1973), seguramente su libro más comprometido políticamente: «...está escrito mal, como un encargo de mí mismo... ».

Múltiples temas se engarzan a los largo de más de dos horas -la entrevista es la más extensa de esta colección-, tanto de índole personal: «tengo muy mal gusto en materia de sentimientos, soy fácilmente sentimental», como de su proceso de creación: «descubrí que me movía con naturalidad en lo fantástico. Mi realidad es una realidad en que lo fantástico y lo real se entrecruzan cotidianamente».

Julio Cortázar vivía entonces en Francia, en una casita modesta en el campo, sin teléfono: «cosas como la consagración universal me son profundamente indiferentes».




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En diciembre de 1975 Camilo José Cela es el primer invitado de la serie A FONDO, en un programa breve, como todos los de la primera época. Es un escritor absolutamente consagrado y un autor que ha sabido cultivarse la fama fuera de las esferas estrictamente literarias: «Todos arrastramos nuestra leyenda». La crítica ya le ha reconocido una arriesgada voluntad transgresora. «Intento abrir nuevos caminos, ignoro con qué suerte, pero lo que no dudo es que con una gran honestidad».

En el programa, considerado uno de los mejores testimonios del escritor, Cela muestra al hombre poliédrico, al escritor, al funcionario, al actor de cine y al torero. Cuenta Cela su infancia en Iria Flavia y su adolescencia en Madrid: «Me preguntaban qué quería ser cuando fuese mayor, yo me echaba a llorar porque no quería ser nada, ni mayor siquiera».

El que sería Premio Nobel en 1989 habla entre otros libros del último que ha publicado, Oficio de tinieblas 5 (1973), de La Catira, de los libros de viajes – con el manuscrito de Viaje a la Alcarria en sus manos-, de La familia de Pascual Duarte. «Creo que si el personaje tiene fuerza y está bien creado, lo que hay que hacer es abrirle las puertas e ir detrás apuntando lo que hace, y eso es una novela».









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Cuando se graba este programa Julio Caro Baroja tiene 62 años y pone en práctica uno de sus mejores atributos: «A mi cada vez me choca más la falta de afición que hay en España por las apreciaciones psicológicas».

La galería de personajes que conoce y cita es impresionante: Galdós, Valle Inclán, Unamuno, Ortega, Azaña, Benavente, Maeztu, y en primer término los protagonistas de su libro de memorias familiares, Los Baroja (1962), escritas al morir su madre y sus tíos: «Tuve una sensación de aislamiento, y la virtualidad de esas memorias es una especie de ancla echada hacia el pasado».

En 1976 ya ha publicado más de treinta libros y cientos de artículos de etnografía, prehistoria, lingüística, arte y literatura popular: «En la vida de investigación me di cuenta pronto de que los datos sobre las cosas antiguas eran en realidad muy pobres. Al fin y al cabo lo que interesa en la investigación es el matiz, y ahí he vuelto a la técnica del novelista».

Una conversación llena también de humor sobre sus relaciones íntimas: «La relación del hombre con la mujer es la ausencia de lógica total. Tuve una experiencia de la que realmente no tengo que contar mucho bueno: cuatro años tormentosos. Después ya me quedé un poco suspicaz», y familiares: «Como sobrino de Don Pío Baroja soy una continuación con erratas y disminuida. No he tenido la fuerza suficiente para observar la vida con tanta atención y tanto interés».




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El 8 de diciembre de 1976 concedió a Joaquín Soler Serrano una excepcional entrevista para la serie A FONDO. Le faltaban tres meses para cumplir ochenta años, y durante ochenta minutos se habló de todo, o de casi todo, dejándonos acercar como en ningún otro documento a su personalidad, con afirmaciones polémicas y contundentes:

«Fumo para buscar adjetivos...No tengo ninguna envidia y por eso soy relativamente feliz...Soy un chafardero y un hablador constante...La ironía es la imposibilidad de decir algo...La lengua castellana es una frase larga que acaba en cola de pescado...Bebo whisky constantemente...Los españoles somos insatisfechos históricamente hablando...Creo que el hombre que lee novelas a partir de los treinta y cinco años es un cretino...El rasgo más característico de Pla: la ignorancia»




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«Yo soy el resultado de dos familias que lo perdieron todo menos eso que usted ha tenido el buen gusto de llamar el ingenio». Así se presenta “Malucho”, el autor de Bomarzo (1962), en mayo de 1977. Hace un año y medio que ha perdido a su madre, y el centelleo de sus anillos son su primer recuerdo. Un niño «terriblemente mimado», que escribe la primera y única obra de teatro con seis años. Adolescente viaja y estudia en París y Londres, acompañando a su padre, un “club man”. De regreso a Buenos aires estudia derecho «por la familia» y empieza su colaboración en el diario La Nación, que le permitirá viajar por todo el mundo e iniciar su afición por el coleccionismo. «Yo creo en los objetos, inclusive más que en los seres humanos. Los objetos no mienten».

En estrecha relación con escritores como Bioy Casares, Victoria y Silvina Ocampo, y especialmente con Borges -«Tanto Georgie como yo hemos sido muy antiperonistas. Me costó trabajo no imitarlo»-, el autor en los años cincuenta de la saga de la aristocracia porteña -Los ídolos, La casa, Los viajeros, Invitados en el Paraíso-, de El Unicornio, El Laberinto, Sergio o Cecil, opina con temible ironía sobre las letras españolas y otros escritores hispanoamericanos. «Yo trato de ser amable, pero a veces no puedo».


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