Arary, un nuevo árbol para la flora argentina

Encontraron en Misiones al Arary, un nuevo árbol para la flora argentina



Se trata del Arary, una especie dominante que forma bosques densos, de origen amazónico distribuido en varias localidades del sur de Misiones y Noreste de Corrientes. Es un árbol de hojas perennes. Los ejemplares relevados en Misiones y Corrientes alcanzan los 25 metros de altura.

El Arary, un nuevo árbol para la flora argentina, fue descubierto por un equipo de investigadores que estuvo integrado por Ernesto Krauczuk, del Ministerio de Ecología, Recursos Naturales Renovables y Turismo de Misiones.

La investigación dejó al descubierto a una serie de rodales del Arary, una especie de árbol de origen amazónico distribuido en varias localidades del sur de Misiones y Noreste de Corrientes. El hallazgo fue publicado en el Boletín de la Sociedad Argentina de Botánica, en la última edición del año 2009.

Los investigadores Manuela Rodríguez y Alicia Cardozo, de la Facutad de Ciencias Exactas, Químicas y Naturales de la Universidad Nacional de Misiones; y José Luis Fontana y David Iriart, de la Universidad Nacional del Nordeste junto a Ernesto Krauczuk, encontraron esta nueva especie de árbol para la flora de Argentina. Se trata de una especie de 40 a 45 metros de altura que puede alcanzar hasta los 180 centímetros de diámetro y que crece espontáneamente desde América del Norte y Central y en la mayor parte de Sudamérica.

El Arary forma bosques densos donde se destaca como única especie dominante. Es un árbol de hojas perennes; los árboles encontrados en Argentina alcanzaron hasta los 25 metros de altura. Poseen un tronco único, copa redondeada y densa (buena para sombra). La corteza es grisácea con surcos longitudinales y profundos.

“En la Argentina, el Arary crece en selvas higrófilas del río Paraná y bordes de esteros conformando poblaciones fragmentadas en las localidades de Corrientes y de Misiones, creciendo como microambiente de la selva misionera o en isletas conformadas por esta única especie”, explicó Krauczuk. El Arary crece bien en suelos aluviales, arcillosos, húmedos hasta saturados por agua y ácidos (pH 4,5 a 6,0). En América Central aparece en suelos ricos en hierro, aluminio y pobres en potasio y fósforo.

En los bosquecillos espontáneos en Argentina crecen con otras especies generalmente herbáceas, como helechos de varias especies, helechos arborescentes u orquídeas epifitas, entre otros.



El Arary en la zona
Los estudios del equipo de investigación determinaron que varias poblaciones crecen en las márgenes del Río Paraná al pie de los peñones de Teyú Cuaré (en San Ignacio), en zonas húmedas en la región de Ombú Chico y en la porción norte de los Esteros de Iberá, cerca de la localidad de Ituzaingó, Corrientes.

La importancia económica reside en la madera dura, pesada a moderadamente pesada, con óptimas características físicas y mecánicas. “Es de excelente calidad que se usa para hacer quillas, mástiles, costillas y armaduras de embarcaciones así como para muebles finos, parquet, ebanistería, durmientes y decoración de interiores. El aceite de la semilla se utiliza con buenos resultados en algunas enfermedades cutáneas; distintos extractos de las hojas tienen acción moluscicida capaz de eliminar al caracol Biomphalaria glabrata, cuyo control resulta fundamental en la erradicación de la esquistosomiasis y acción antiviral por inhibir al VIH-1 (uno de los virus del Sida), extractos de la corteza y del fruto presentan acción antitumoral entre otras aplicaciones”, indica un parte de los investigadores.


Esta especie, en México, recibe varios nombres populares: Barí, Leche amarilla, Santa María, María, Marillo; Leche María, Guaya; Barillo; Cedro cimarrón, Cimarrón, Ocú y Palo María, lo que da una idea de la amplia zona donde hay registro de la especie.

En Brasil, en tanto, se lo conoce con el nombre de guanandí y en Paraguay, como Arary, que fue tomado para su denominación en la Argentina.

En Brasil, una experiencia comercial con esta especie arrojó datos promisorios ya que el cultivo resultó económicamente viable entre los 18 y 20 años.


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