Poeticidio
Poeticidio
Siendo un niño de escuela, ya me había leído todos los libros… que había en casa de mi madre, muchos eran libros de estudio, de las dos profesiones que ella tiene; y yo me encontraba fascinado rodeado de todo aquello, hasta que un día, descubrí un libro extraño, de tapas negras como un abismo profundo; en ellas había un título y un autor; bien grande, plateado y llamativo decía: “La tía Julia y el escribidor”, lo primero que pensé: (esto está mal escrito, querrá decir escritor), y lo abrí, leí su prologo, una suerte de trabalenguas con el verbo escribir; no leí más, cerré el libro y jamás lo volví a abrir.
No muy distinto, fue lo ocurrido con una ex-novia de mi adolescencia, a la cual conocí brevemente, y luego la perdí Ella quedó congelada en mi mente, y yo aún quiero, a aquella mujer, muchísimo, y por eso le ruego a Dios jamás volver a verla, porqué el tiempo ha pasado y, sin dudas, ella ya no es lo que yo recuerdo. Si ahora volviese a leer aquél libro, se acabaría la magia, se rompería el hechizo. Con Chejov, más recientemente, me pasó algo similar… pero distinto; quizás porqué él no cautivo mi corazón, deslumbró mi mente; me bastó leer, uno solo de sus cuentos, para darme cuenta la clase de escritor que tenía enfrente, y la clase de escritor que era yo; el hombre hizo lo que yo hasta entonces, me parecía imposible. Por razones que aún no he explorado, también cerré ese libro, para no volverlo a abrir jamás. Hace ya… seis años atrás, casi veinte después de haber leído, aquél trabalenguas de Mario, imposible con el tiempo de recordar para una memoria confusa por naturaleza, influenciada por la imaginación y otras rarezas humanas, surgió una hermosa poesía, a la cual titulé: “El escribidor” Vaya Dios a saber, que pueda surgir años delante, con aquél cuento de Chejov. Lástima que a mi ex-novia, no la pueda reescribir… ¿o sí?
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:pensando:
Siendo un niño de escuela, ya me había leído todos los libros… que había en casa de mi madre, muchos eran libros de estudio, de las dos profesiones que ella tiene; y yo me encontraba fascinado rodeado de todo aquello, hasta que un día, descubrí un libro extraño, de tapas negras como un abismo profundo; en ellas había un título y un autor; bien grande, plateado y llamativo decía: “La tía Julia y el escribidor”, lo primero que pensé: (esto está mal escrito, querrá decir escritor), y lo abrí, leí su prologo, una suerte de trabalenguas con el verbo escribir; no leí más, cerré el libro y jamás lo volví a abrir.
No muy distinto, fue lo ocurrido con una ex-novia de mi adolescencia, a la cual conocí brevemente, y luego la perdí Ella quedó congelada en mi mente, y yo aún quiero, a aquella mujer, muchísimo, y por eso le ruego a Dios jamás volver a verla, porqué el tiempo ha pasado y, sin dudas, ella ya no es lo que yo recuerdo. Si ahora volviese a leer aquél libro, se acabaría la magia, se rompería el hechizo. Con Chejov, más recientemente, me pasó algo similar… pero distinto; quizás porqué él no cautivo mi corazón, deslumbró mi mente; me bastó leer, uno solo de sus cuentos, para darme cuenta la clase de escritor que tenía enfrente, y la clase de escritor que era yo; el hombre hizo lo que yo hasta entonces, me parecía imposible. Por razones que aún no he explorado, también cerré ese libro, para no volverlo a abrir jamás. Hace ya… seis años atrás, casi veinte después de haber leído, aquél trabalenguas de Mario, imposible con el tiempo de recordar para una memoria confusa por naturaleza, influenciada por la imaginación y otras rarezas humanas, surgió una hermosa poesía, a la cual titulé: “El escribidor” Vaya Dios a saber, que pueda surgir años delante, con aquél cuento de Chejov. Lástima que a mi ex-novia, no la pueda reescribir… ¿o sí?
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