Avispas ladronas de cuerpos
El Instinto de la Naturaleza
El virus, cuya palabra latina virus significa toxina o veneno, es una entidad biológica, un organismo vivo que para sobrevivir y replicarse necesita de una célula huésped. Es en este proceso donde se ve la capacidad destructora del virus. El virus de las avispas Glyptapanteles, parece haber sido diseñado específicamente para atacar a las orugas, quienes luego de ser inyectadas con 80 huevos por su atacante, cambia su comportamiento radicalmente, el fin de este cambio es asegurar la supervivencia de su huésped.
Avispas parasitarias Glyptapanteles
Para los Samuráis, la muerte significaba un asunto de honor, y la muerte por vejez y por causas naturales no era algo deseable. Como lo creían los antiguos griegos, una muerte noble, temprana y violenta era un signo de predilección de los dioses, su ideal era "Vivir bellamente y morir de manera hermosa" De allí la adopción del capullo de cerezo como emblema del Samurai. bello y efímero.
Un estudio hecho en base a un brote viral histórico, reveló que los genes de ciertos insectos fueron modificados para que puedan infectar con parásitos a las orugas. En general muchas especies de avispas injertan sus huevos en estos gusanos, pero la avispa Glyptapanteles inyecta al huésped una dosis de pequeñas partículas virales. Este virus detiene el sistema inmunológico de las orugas, para que no ataque a los huevecillos dentro de su organismo, además inmoviliza al huésped evitando que pueda defenderse.
Los huevecillos se desarrollan parcialmente dentro de la oruga, después las larvas de las avispas manipulan a su huésped para que los proteja y alimente como una madre o guardián. La oruga se convierte entonces en un cascarón eternamente joven, hasta que las avispas nazcan. Cuando las larvas eclosionan, estas se alimentan de los líquidos corporales de su huésped, finalmente cuando están plenamente desarrolladas estas comen a través de la piel de la oruga y tras emerger de su huésped tejen sus capullos en el mismo. Lo más sorprendente de este momento es que la oruga sigue con vida, pero se comporta como si fuese controlada por los capullos de las avispas, y en vez de irse a resumir su rutina, la oruga se mantiene como arqueada sobre los capullos sin alejarse, ni siquiera para alimentarse.
Los científicos no saben exactamente que es lo que mata a las orugas, pero aseguran que el momento de su muerte ocurre al mismo tiempo que los capullos de las avispas eclosionan, según informa Arne Janssen de la Universidad de Amsterdam. Durante el estudio Janssen y sus colegas de la Universidad Federal de Viçosa, Brasil, se percataron que cuando acercaron un pincel hacía la oruga infectada, el insecto se abalanzaría agresivamente hacia el objeto en un intento para proteger los capullos.
Esta no es la primera vez que los parásitos son capaces de manipular el comportamiento de sus huéspedes, lo que indica que este fenómeno es necesario para completar el ciclo de vida del parásito. Aún no se ha podido explicar si esta manipulación es al azar o si de verdad sirve un propósito, los parásitos escogen huéspedes que simplemente tienen comportamientos anormales.
Las investigaciones realizadas a estas partículas mostraron que aunque se ven como pequeños virus, contiene el material genético de la avispa, el cual se transcribe en el ADN de las orugas. En resumen esto hace que el mismo organismo del huésped, en este caso la oruga, produzca la toxina que lo controla.
Gracias al veneno de su aguijón las avispas cambian el comportamiento de las orugas que defienden los huevos de la avispa de chinches como el de la foto.
La hipótesis detrás de la manipulación
El equipo de Janssen experimento en un laboratorio con las orugas infectadas por las avispas Glyptapanteles, una vez que las larvas tejieron sus capullos, los investigadores separaron los capullos de las orugas. Los capullos separados fueron implantados en una hoja donde estaba una oruga no infectada, la cual no pudo alejarse por una goma producida por los insectos alrededor del tallo.
En otro experimento añadieron un chinche, un conocido depredador de capullos de avispas, el equipo de Janssen descubrió que 17 de 19 orugas infectadas atacaban con sus cabezas en dirección al insecto protegiendo de esta manera los huevos que ellas portaban. Lo que lo expulsaba de la rama y lo hacia huir, mientras que las orugas no infectadas no eran molestadas por la presencia del chinche incluso si este se trepaba encima de ellas. En el siguiente video procedente de www.newscientist.com puede observarse este comportamiento.
Pero Janssen y su equipo no desistieron allí, por lo que observaron si el comportamiento de 400 orugas infectadas cambiaba en su hábitat natural, por ello las colocaron en frutas, un día antes de que las larvas eclosionen y tejan sus huevecillos en la piel de su huésped. Una vez que las larvas se añadieron a las ramas anexas, los investigadores recuperaron la mitad de las orugas guardianes y observaron que el éxito de supervivencia de los capullos que dejaron protegidos subió al doble que los capullos que no eran vigilados por orugas.
Este fascinante estudio, de acuerdo con Frédéric Thomas miembro del Instituto de Investigación y Desarrollo en Francia, es el primer caso documentado de parásitos manipuladores, que convierten a su huésped en el guardaespaldas del parásito.
Mientras que los experimentos hechos para observar este cambio de comportamiento funciona sólo para el beneficio de la avispa. Aunque Janssen y sus colegas desconocen la razón de porqué los parásitos cambian el comportamiento del huésped, pero tras disecar una oruga infectada descubrieron que unas cuantas larvas se quedaron dentro de esta incluso cuando el resto de la camada ya había eclosionado, y formado los capullos. Las especulaciones indican que las larvas que se quedaron se sacrificaron para controlar a la oruga y proteger así a sus hermanos y hermanas.
La Ancestral Infección
En esencia la oruga produce su mismo veneno de acuerdo con la investigación de Jean Michel Drezen, un biólogo molecular que trabaja para el Centro Nacional de Investigación Científica (C.N.R.S) en Tours, Francia. En la actualidad el equipo de Drezen afirma haber identificado restos de una antigua infección viral, que tiene aproximadamente más de 100 millones de años, la cual dio inicio a este único híbrido viral de avispas. Los científicos identificaron estas partículas en la década de los sesenta, aunque en esa época no sabían que deducir de tales componentes.
Vistos desde un microscopio de electrón parece ser como cualquier otro virus, pero sus genomas no son compatibles con los de otras células víricas ya conocidos. Algunos científicos creen que las avispas evolucionaron independientemente su habilidad para producir el virus. Según dice James Whitfield un entomólogo de la Universidad de Illinois en Urbana Champaign, quien siguió su corazonada creyendo que los virus iniciales están involucrados, pero cree que las avispas como si practicaran ingeniería genética crearon una cepa que simularía dicho virus, pero que en realidad es un proceso propio de las avispas.
Gracias al veneno de su aguijón las avispas cambian el comportamiento de las orugas que defienden los huevos de la avispa de chinches como el de la foto.
Avispas controladoras
En el presente, un nuevo estudio pone en duda esta posibilidad; el equipo investigador de Drezen identificó alrededor de 22 genes virales encontrados en los ovarios de las avispas, sin embargo estos no contenían las partículas. Pero las secuencias resultaron compatibles con los de una siniestra familia de insectos patógenos, encontrando en ellos el Nudivirus, las investigaciones revelaron que estos genes producen proteínas que forman un escudo de Nudivirus.
Las partículas tienen un paquete de ADN dentro del virus, generalmente las células víricas contienen su propio ADN encapsulados, estos se impregnan al código genético del huésped y lo rescriben. Las avispas en sí manipulan completamente todo el sistema del huésped con las partículas de su virus. Drezen aún esta ordenando el rompecabezas de cómo evolucionaron, pero él cree que las avispas parasitarias se infectaron con el Nudivirus hace más de 100 millones de años atrás.
El virus de las avispas evolucionó formando una simbiosis de beneficio mutuo, debido a que dichas células víricas le evitan a la avispa el problema de producir sus propias toxinas mientras que este exista en el genoma de la avispa. La oscura naturaleza de esta práctica puede convertir a sus huéspedes en “zombies sin cerebro” que sólo permanecen vivos hasta después de que los huevos de las avispas eclosionan y tejan sus capullos.
Charles Darwin catalogó a una familia de avispas parasitarias como evidencia de la selección natural, en un escrito que decía: “No logro convencerme a mí mismo de que un Dios benéfico y omnipotente hubiese creado las Ichneumonidae con la explicita intención de que se alimenten de las orugas cuando aún están vivas”
El virus, cuya palabra latina virus significa toxina o veneno, es una entidad biológica, un organismo vivo que para sobrevivir y replicarse necesita de una célula huésped. Es en este proceso donde se ve la capacidad destructora del virus. El virus de las avispas Glyptapanteles, parece haber sido diseñado específicamente para atacar a las orugas, quienes luego de ser inyectadas con 80 huevos por su atacante, cambia su comportamiento radicalmente, el fin de este cambio es asegurar la supervivencia de su huésped.
Avispas parasitarias Glyptapanteles
Para los Samuráis, la muerte significaba un asunto de honor, y la muerte por vejez y por causas naturales no era algo deseable. Como lo creían los antiguos griegos, una muerte noble, temprana y violenta era un signo de predilección de los dioses, su ideal era "Vivir bellamente y morir de manera hermosa" De allí la adopción del capullo de cerezo como emblema del Samurai. bello y efímero.
Un estudio hecho en base a un brote viral histórico, reveló que los genes de ciertos insectos fueron modificados para que puedan infectar con parásitos a las orugas. En general muchas especies de avispas injertan sus huevos en estos gusanos, pero la avispa Glyptapanteles inyecta al huésped una dosis de pequeñas partículas virales. Este virus detiene el sistema inmunológico de las orugas, para que no ataque a los huevecillos dentro de su organismo, además inmoviliza al huésped evitando que pueda defenderse.
Los huevecillos se desarrollan parcialmente dentro de la oruga, después las larvas de las avispas manipulan a su huésped para que los proteja y alimente como una madre o guardián. La oruga se convierte entonces en un cascarón eternamente joven, hasta que las avispas nazcan. Cuando las larvas eclosionan, estas se alimentan de los líquidos corporales de su huésped, finalmente cuando están plenamente desarrolladas estas comen a través de la piel de la oruga y tras emerger de su huésped tejen sus capullos en el mismo. Lo más sorprendente de este momento es que la oruga sigue con vida, pero se comporta como si fuese controlada por los capullos de las avispas, y en vez de irse a resumir su rutina, la oruga se mantiene como arqueada sobre los capullos sin alejarse, ni siquiera para alimentarse.
Los científicos no saben exactamente que es lo que mata a las orugas, pero aseguran que el momento de su muerte ocurre al mismo tiempo que los capullos de las avispas eclosionan, según informa Arne Janssen de la Universidad de Amsterdam. Durante el estudio Janssen y sus colegas de la Universidad Federal de Viçosa, Brasil, se percataron que cuando acercaron un pincel hacía la oruga infectada, el insecto se abalanzaría agresivamente hacia el objeto en un intento para proteger los capullos.
Esta no es la primera vez que los parásitos son capaces de manipular el comportamiento de sus huéspedes, lo que indica que este fenómeno es necesario para completar el ciclo de vida del parásito. Aún no se ha podido explicar si esta manipulación es al azar o si de verdad sirve un propósito, los parásitos escogen huéspedes que simplemente tienen comportamientos anormales.
Las investigaciones realizadas a estas partículas mostraron que aunque se ven como pequeños virus, contiene el material genético de la avispa, el cual se transcribe en el ADN de las orugas. En resumen esto hace que el mismo organismo del huésped, en este caso la oruga, produzca la toxina que lo controla.
Gracias al veneno de su aguijón las avispas cambian el comportamiento de las orugas que defienden los huevos de la avispa de chinches como el de la foto.
La hipótesis detrás de la manipulación
El equipo de Janssen experimento en un laboratorio con las orugas infectadas por las avispas Glyptapanteles, una vez que las larvas tejieron sus capullos, los investigadores separaron los capullos de las orugas. Los capullos separados fueron implantados en una hoja donde estaba una oruga no infectada, la cual no pudo alejarse por una goma producida por los insectos alrededor del tallo.
En otro experimento añadieron un chinche, un conocido depredador de capullos de avispas, el equipo de Janssen descubrió que 17 de 19 orugas infectadas atacaban con sus cabezas en dirección al insecto protegiendo de esta manera los huevos que ellas portaban. Lo que lo expulsaba de la rama y lo hacia huir, mientras que las orugas no infectadas no eran molestadas por la presencia del chinche incluso si este se trepaba encima de ellas. En el siguiente video procedente de www.newscientist.com puede observarse este comportamiento.
Pero Janssen y su equipo no desistieron allí, por lo que observaron si el comportamiento de 400 orugas infectadas cambiaba en su hábitat natural, por ello las colocaron en frutas, un día antes de que las larvas eclosionen y tejan sus huevecillos en la piel de su huésped. Una vez que las larvas se añadieron a las ramas anexas, los investigadores recuperaron la mitad de las orugas guardianes y observaron que el éxito de supervivencia de los capullos que dejaron protegidos subió al doble que los capullos que no eran vigilados por orugas.
Este fascinante estudio, de acuerdo con Frédéric Thomas miembro del Instituto de Investigación y Desarrollo en Francia, es el primer caso documentado de parásitos manipuladores, que convierten a su huésped en el guardaespaldas del parásito.
Mientras que los experimentos hechos para observar este cambio de comportamiento funciona sólo para el beneficio de la avispa. Aunque Janssen y sus colegas desconocen la razón de porqué los parásitos cambian el comportamiento del huésped, pero tras disecar una oruga infectada descubrieron que unas cuantas larvas se quedaron dentro de esta incluso cuando el resto de la camada ya había eclosionado, y formado los capullos. Las especulaciones indican que las larvas que se quedaron se sacrificaron para controlar a la oruga y proteger así a sus hermanos y hermanas.
La Ancestral Infección
En esencia la oruga produce su mismo veneno de acuerdo con la investigación de Jean Michel Drezen, un biólogo molecular que trabaja para el Centro Nacional de Investigación Científica (C.N.R.S) en Tours, Francia. En la actualidad el equipo de Drezen afirma haber identificado restos de una antigua infección viral, que tiene aproximadamente más de 100 millones de años, la cual dio inicio a este único híbrido viral de avispas. Los científicos identificaron estas partículas en la década de los sesenta, aunque en esa época no sabían que deducir de tales componentes.
Vistos desde un microscopio de electrón parece ser como cualquier otro virus, pero sus genomas no son compatibles con los de otras células víricas ya conocidos. Algunos científicos creen que las avispas evolucionaron independientemente su habilidad para producir el virus. Según dice James Whitfield un entomólogo de la Universidad de Illinois en Urbana Champaign, quien siguió su corazonada creyendo que los virus iniciales están involucrados, pero cree que las avispas como si practicaran ingeniería genética crearon una cepa que simularía dicho virus, pero que en realidad es un proceso propio de las avispas.
Gracias al veneno de su aguijón las avispas cambian el comportamiento de las orugas que defienden los huevos de la avispa de chinches como el de la foto.
Avispas controladoras
En el presente, un nuevo estudio pone en duda esta posibilidad; el equipo investigador de Drezen identificó alrededor de 22 genes virales encontrados en los ovarios de las avispas, sin embargo estos no contenían las partículas. Pero las secuencias resultaron compatibles con los de una siniestra familia de insectos patógenos, encontrando en ellos el Nudivirus, las investigaciones revelaron que estos genes producen proteínas que forman un escudo de Nudivirus.
Las partículas tienen un paquete de ADN dentro del virus, generalmente las células víricas contienen su propio ADN encapsulados, estos se impregnan al código genético del huésped y lo rescriben. Las avispas en sí manipulan completamente todo el sistema del huésped con las partículas de su virus. Drezen aún esta ordenando el rompecabezas de cómo evolucionaron, pero él cree que las avispas parasitarias se infectaron con el Nudivirus hace más de 100 millones de años atrás.
El virus de las avispas evolucionó formando una simbiosis de beneficio mutuo, debido a que dichas células víricas le evitan a la avispa el problema de producir sus propias toxinas mientras que este exista en el genoma de la avispa. La oscura naturaleza de esta práctica puede convertir a sus huéspedes en “zombies sin cerebro” que sólo permanecen vivos hasta después de que los huevos de las avispas eclosionan y tejan sus capullos.
Charles Darwin catalogó a una familia de avispas parasitarias como evidencia de la selección natural, en un escrito que decía: “No logro convencerme a mí mismo de que un Dios benéfico y omnipotente hubiese creado las Ichneumonidae con la explicita intención de que se alimenten de las orugas cuando aún están vivas”
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