Un año.....Un Crimen Impune



Encontró a su esposo con una de 21 y terminó muerta



El caso de Andrea Pajón se equipara al de García Belsunce, Dalmasso y Galiano: un viudo sospechoso y un crimen impune en medio de un drama amoroso.






Todo drama pasional comienza con una historia de amor. Andrea Pajón conoció a Claudio Sartal a sus 14 años y, desde entonces, fueron inseparables: a los tres años, se casaron y tuvieron dos hijos en 20 años de matrimonio.

Andrea comenzó a trabajar como maestra y Claudio continuaba en su oficio de bobinador de motores. Con nada, construyeron su hogar en San Justo.


Pero todo terminó abruptamente cuando Andrea descubrió que Claudio mantenía una relación amorosa con una joven de 21 años. La maestra decidió separarse del marido infiel, pero él no lo aceptaría e intentó reanudar la relación por todos los medios: al principio rogó, luego comenzó a perseguirla, a agredirla verbal y físicamente.


También, la amenazo de muerte. Nada de eso resultó, en cambio, Pajón, lejos de su marido, comenzó a rehacer su vida junto a sus hijos: alquiló una vivienda en Ituzaingó Sur, a dos cuadras de la vivienda de sus padres, Marta y Mario. Ocho meses más tarde conoció a Fabián Durán, el hombre que le devolvió la sonrisa.


Sin embargo, los problemas con Sartal se agudizaron y el odio se tornó encarnizado. “No te voy a dejar en paz. Te voy a matar a vos y a ese gordo de mierda, porque ya sé dónde vive... y a cualquiera que te quiera defender”, reproduce una denuncia radicada por Pajón, en 2007.

El miércoles 27 de agosto de 2008, Andrea, de 39 años de edad, falleció en el hospital tras 32 horas de agonía. Dos sujetos se acercaron y le acertaron dos tiros en la cabeza cuando se disponía a abordar su automóvil por la mañana para ir a trabajar.

Tal como llegaron, se esfumaron. No le robaron nada, inclusive, el coche quedó en marcha y la cartera tirada en el piso. Su hijo de 13 años presenció todo.

Cinco meses después, Durán fue hallado muerto en el interior de su domicilio. Había sufrido un ataque al corazón. “Se murió por amor”, señaló Marta Pajón al observar el retrato de su hija junto a Fabián. “No aguantó, estaba muy deprimido”.

Un disparo en el colchón, un destornillador clavado en la pierna de Andrea, 12 denuncias por amenazas y agresiones son motivo suficiente para sospechar del ex marido celoso. Una pesadilla que, para los familiares de la maestra asesinada, no termina: a un año del homicidio, no hay indicios sobre el homicida.

“La causa está como el primer día, estancada. El fiscal nos dice que están investigando pero todavía no tenemos novedades. A mí nadie me saca de la cabeza que Claudio tiene algo que ver con el crimen”, aseguró Marta.



Pero hay algo más: el caso de Andrea Pajón engrosa la lista de mujeres que padecieron la violencia de sus conyugues, sus denuncias no fueron escuchadas por las autoridades y, luego, aparecen muertas.

Incluso, Andrea intentó denunciar por décima tercera vez a su ex por amenazas en la Comisaría de la Mujer de Morón. No se la quisieron tomar por no pertenecer su domicilio a la jurisdicción. “¿Tengo que aparecer muerta para que me tomen la denuncia”?, había despotricado la maestra en la delegación policial.



Al día siguiente, amaneció con un tiro en la cabeza. “Buchonas, mentirosas, histéricas”, son algunos de los motes que se escuchan dentro de las comisarías.



Con Andrea fuera de combate, Claudio cobrará la parte del seguro de vida que le corresponde aún, no se habían divorciado, debían firmar los papeles el 16 de septiembre, menos de un mes antes del crimen. “Había una casa, cinco autos y una camioneta en juego, pero con tal que la deje tranquila ella había aceptado que él le pague 60 mil pesos”.

Con todo esto, la familia de la maestra asesinada está convencida que Sartal es el autor intelectual del homicidio y que contrató sicarios para llevar a cabo el trabajo. Los hijos del matrimonio tampoco quieren saber nada con su padre que “encima, se presenta como una víctima.


Es un psicópata y no tengo dudas de que ideó el crimen”, sentenció Mario. “Ahora, me amenaza que me amenaza de que me va a hacer un juicio. Que me lo haga, no tengo nada que perder, ya perdí a mi hija. Va a tener que caer”, se consuela.

“¿Sabés que triste que es entrar a la habitación del más chico y verlo con las manos en la cara llorando a su madre? Y lo único que podemos hacer es llorarla porque tenemos las manos atadas”, manifestó Pajón. “Cuando la mujer dice que es agredida, le tienen que hacer caso o ¿la tienen que ver muerta?, dijo su esposa.











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