El Negro que sobrevivió a los nazis


“Mamá, ¿yo no soy ario?” preguntó Hans de ocho años a su madre Berta después que en la escuela le prohibieran jugar con los demás niños.







Hans Massaquoi con la insignia nazi




Hans Jürgen Massaquoi nació el 19 de enero de 1926 en Hamburgo, hijo de madre alemana y padre liberiano. Tenía seis años cuando Hitler llegó al poder.

El padre de Hans era hijo del cónsul de Liberia en Alemania. Su madre, Berta, era una enfermera alemana de clase media baja. El rico hijo del diplomático africano se encaprichó de la joven y guapa mujer al verla en una fiesta, y de esa relación nació el pequeño Hans.

Su padre nunca se preocupó por él ni tampoco le prestó mucha atención, ya que en esa época era apenas un estudiante universitario en Dublín. Mas bien su refinado abuelo, el primer diplomático africano en Europa, lo acogió en su palacete de Hamburgo junto a sus tíos y primos africanos. El patriarca se jactaba de tener un nieto alemán que hablaba el idioma local a la perfección.

“Yo asociaba la piel negra con superioridad, porque nuestros sirvientes eran blancos”








Su abuelo paterno cuando era Momulu IV rey de los vai, una etnia liberiana



Su destino cambió drásticamente cuando el Führer asumió el poder y expulsaron a los diplomáticos africanos de Alemania. Todo el clan Massaquoi regresó a su país, Liberia, pero Berta, la madre de Hans decidió quedarse en su patria, porque el niño era enfermizo y temía que viajando al África podría morir ya que en aquella época -y hasta ahora- era un continente asolado por la malaria. Prácticamente sola, retomó su trabajo de enfermera y se mudó con su hijo a una zona obrera de Hamburgo.

“Yo, que había aprendido a ver ventajas en mis rasgos raciales, de pronto me veía obligado a considerarlos un inconveniente”


En sus inicios, ni él ni su madre consideraron como una amenaza el ascenso del nazismo. Era algo que no los preocupaba, de todas formas, eran alemanes.

"Igual que todos los niños, yo estaba fascinado por la parafernalia nazi. Los uniformes, las banderas y los desfiles me encantaban. Para mí, para mis compañeros, Hitler estaba envuelto en esa aureola divina que le protegía de cualquier crítica"








Las cosas fueron cambiando poco a poco. Primero fueron letreros en los columpios que impedían jugar a los niños no-arios. Después, la misteriosa y contínua desaparición de sus profesores que eran judíos.
Luego su madre fue despedida de su trabajo “por haber concebido el hijo de un africano” -aunque ella nunca se lo confesó-

“Una vez que las absurdas leyes raciales entraron en vigor, se hizo obvio que mi vida iba a volverse más difícil. Pero el amor y la protección de mi madre me sostuvieron”


En su libro autobiográfico, Hans cuenta con detalle los intentos que hizo por ser considerado un alemán más. Cada vez que era rechazado reaccionaba negando lo evidente, y esta situación le llevaría al absurdo de querer formar parte de las Hitlerjugend, las juventudes hitlerianas, una mezcla de boy scouts y organización paramilitar.






Hans Massaquoi junto a su madre



A raíz de que le niegan la entrada exclusivamente por su color de piel, Hans abre los ojos y empieza recién a entender de lo que se trata el nazismo.

Desde ese momento desechó la necesidad de ser aceptado por los nazis y se liberó de la dependencia a Hitler como omnipotente figura paternal de los jóvenes.

Al comenzar la guerra, a pesar de ser "indigno de llevar el uniforme alemán", estuvo a punto de ser enrolado en el ejército. Se salvó de ir al frente de batalla sólo por su falta de peso, lo que le aumentó problemas emocionales, ya que siendo un hombre joven y sano se avergonzaba más de no estar combatiendo que de su raza.


Mientras trabajaba en una fábrica de municiones, Hans observó cómo la maquinaria de guerra alemana se venía abajo. En 1943, los aliados pusieron en marcha la Operación Gomorra y bombardearon intensamente Hamburgo durante diez días, hasta dejar la ciudad en escombros, donde murieron más de 40.000 personas.








Hamburgo destruída después de la Operación Gomorra en Julio de 1943



Hans se encontraba tan deprimido que le hubiera dado igual morir a manos de la Gestapo que en un bombardeo. De todas formas, la presencia de la Gestapo lo rondó por más tiempo y tuvo que convivir bajo la constante amenaza de su presencia, de interrogatorios, sintiéndose despreciado por todos, ciudadano de segunda clase, a tal punto que un día una multitud quiso lincharlo creyendo que era un piloto aliado.

El fin de la guerra con la toma de Hamburgo por los británicos significó también una nueva vida para Hans. Por primera vez en su vida no sentía miedo. Ese miedo a ser humillado, ridiculizado, degradado, a verse privado de su dignidad.








Hans sirviendo en la Guerra de Corea para U.S.A.



Después de la Segunda Guerra Mundial sobrevivió como saxofonista de jazz, luego emigró a Liberia, el país de su padre, y por último recaló en los Estados Unidos, país que lo acogió como ciudadano, con los mismos derechos que cualquiera y donde fue reclutado como paracaidista y enviado a la Guerra de Corea durante dos años.
Gracias a los beneficios de los veteranos de guerra ingresó en la Universidad de Illinois, donde estudió periodismo, carrera a la que ha dedicado más de cuatro décadas.

De todas formas creo que las condiciones de vida y el destino fueron bastante benévolos con Hans Massaquoi. Mirando hacia atrás y recordando el horror que tuvieron que sufrir otras también inocentes etnias, bien se puede decir que "vivió para contarlo".








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