He vivido mucho y lo continuaré haciendo hasta que la naturaleza diga basta.
Escribo libros que nadie lee y hago canciones que nadie canta, pero son tan míos y me gustan tanto que los siento como a los orgasmos que suelto en la mujer que amo desde que aprendí a amarla.
Me maravilla el silencio pampa y la noche austral, el aroma de la lluvia y el primer canto del pájaro que despierta al amanecer.
Tengo amigos de todos los tiempos y edades, algunos tan viejos que me escriben en papiros y tejos de arcilla, otros que lo hacen en papel y últimamente acuden a mis ojos digitalizados, pero todos me abrieron, abren y abrirán las ventanas al universo para que aspire los vientos y me deslumbre el aroma intenso de la humanidad.
Soy de los que sienten que la justicia es una telaraña que atrapa a los débiles y que la libertad no es poder volar como los pájaros, sino caminar con pasos humanos hacia el encuentro con el espacio compartido por seis o siete mil millones de iguales.
Tal vez sea un poco más, pero seguramente mis vivencias irán apariciendo si quieren conocerlas quienes gustan de libros, cine, música, teatro, y todo lo que el mundo cotidiano nos permite gozar cada día.