Contra el muro
Por Juan Ignacio Boido
Para la arqueología, una pared es una de las pruebas más antiguasde civilización. Una prueba de sedentarismo, de conciencia de grupo, debúsqueda de protección. Una prueba, una evidencia de que hay un adentroy hay un afuera. De que adentro hay algo valioso y de que afuera hayalgo que lo amenaza. Una pared es una de las formas más antiguas decivilización. Pero también, vista desde ahora, desde el momento dedesenterrarlas y no de alzarlas, una de las más primitivas. Esprimitiva por ser estática. La muralla china detuvo las hordasmongolas. Pero fue esa misma inmovilidad la que, siglos después, cuandouna nave china volvió a Pekín con noticias de un mundo nuevo, llevó alemperador a afirmar: “China no va a ningún lugar del mundo. El mundoviene a China”. Así, el emperador suspendió toda excursión mayor y elimperio inmóvil evitó descubrir América décadas antes que Europa. Lacivilización occidental, en sus mejores momentos, es fluida, versátil,ingeniosa: busca soluciones nuevas a problemas que amenazan estancarla.La muralla china detuvo a los mongoles, pero las murallas de Troya nodetuvieron a los griegos. Como los firewalls de los bancos y lasagencias de seguridad tienen sus virus. A muchos de los cuales,casualmente, llaman troyanos. Como fueron troyanos esos autos que seexhiben en CheckPoint Charlie, con compartimientos secretos paraesconder personas de un lado al otro del Muro de Berlín, como sontroyanos los estómagos de los latinos que esconden dosis de drogas paraser consumidas del otro lado de las fronteras. Todo muro tiene sugrieta, su entrada.
Sin embargo, el ingenio actual –tan diferente al griego– sucumbe auno de los males actuales: la literalidad. La literalidad es estática.La literalidad hace arrastrar los significados de las cosas por elsuelo, impide que los significados de las palabras despeguen paraformar ideas, impide, así, la imaginación. La literalidad es estáticacomo un muro contra el que choca toda interpretación. La literalidaddice “las cosas como son”, dice “un ojo es un ojo”, dice “ojo por ojo”,dice “el que mata debe morir”.
Desde hace un tiempo, la civilización occidental se está volviendoliteral. Y a su vez, sus muros son la prueba que habla por ella. Elmuro que levantó Israel en la frontera con un territorio palestino(justo Israel, una de cuyas reliquias más preciadas es un Muro de losLamentos) fue una señal no sólo de la deflación imaginativa quecomenzaba a cundir en Occidente ante los problemas que parecíanestancarla, sino también algo mucho peor: un gesto de claudicación, laconfortable resignación de no creer en otra solución. A poco de asumircomo secretaria de Estado de Obama, Hillary Clinton habló del problemaincontrolable del otro lado de la frontera mexicana. La posiblesolución: reforzar el muro alzado bajo la presidencia de Bush. Lasemana pasada, fue tapa de los diarios argentinos una iniciativa de laintendencia de Río de Janeiro: rodear once favelas con tapias dehormigón de tres metros de alto. El propósito oficial es proteger elbosque del Morro Dona Marta y “contener la dispersión de lascomunidades” (“¡contener la dispersión de las comunidades!”).
Amurallar las favelas no es alzar los muros de una prisión. Esmucho peor: es alzar muros de exclusión, es la claudicación de laimaginación, es entregarse a la tierra yerma en la que se alza el murode la literalidad. Ese muro que Cacho Castaña –Facho Castaña para elingenio popular que resiste, que se cuela, que todavía traficasignificados del otro lado de la literalidad– explicó bien cómo alzar:“Poniendo un ladrillito arriba de otro ladrillito, y después usarlopara fusilar”.
El muro marca el límite de una ciudad: lo que hay del otro lado yano lo es. Adentro hay algo valioso, afuera algo que lo codicia, que loamenaza. No casualmente el nuevo programa de entretenimientos de laArgentina es uno en el que vemos a alguien intentando atravesar unmuro. Un muro lanzado contra él a toda velocidad. El muro infernalparece haber entendido cómo será, cómo es: pasarán sólo los que seamolden. El resto, al agua, al foso. ¿Cuánto falta para que pongancocodrilos?
Ayer, en San Isidro, tiraron la primera piedra, pusieron el primerladrillo. Si el proyecto avanza, algo se habrá partido. De un lado, lacivilización habrá claudicado. Del otro, la imaginación seguirádesplegando sus prodigios, buscando una manera de salir, de entrar, deser incluidos.
Fuente
Para la arqueología, una pared es una de las pruebas más antiguasde civilización. Una prueba de sedentarismo, de conciencia de grupo, debúsqueda de protección. Una prueba, una evidencia de que hay un adentroy hay un afuera. De que adentro hay algo valioso y de que afuera hayalgo que lo amenaza. Una pared es una de las formas más antiguas decivilización. Pero también, vista desde ahora, desde el momento dedesenterrarlas y no de alzarlas, una de las más primitivas. Esprimitiva por ser estática. La muralla china detuvo las hordasmongolas. Pero fue esa misma inmovilidad la que, siglos después, cuandouna nave china volvió a Pekín con noticias de un mundo nuevo, llevó alemperador a afirmar: “China no va a ningún lugar del mundo. El mundoviene a China”. Así, el emperador suspendió toda excursión mayor y elimperio inmóvil evitó descubrir América décadas antes que Europa. Lacivilización occidental, en sus mejores momentos, es fluida, versátil,ingeniosa: busca soluciones nuevas a problemas que amenazan estancarla.La muralla china detuvo a los mongoles, pero las murallas de Troya nodetuvieron a los griegos. Como los firewalls de los bancos y lasagencias de seguridad tienen sus virus. A muchos de los cuales,casualmente, llaman troyanos. Como fueron troyanos esos autos que seexhiben en CheckPoint Charlie, con compartimientos secretos paraesconder personas de un lado al otro del Muro de Berlín, como sontroyanos los estómagos de los latinos que esconden dosis de drogas paraser consumidas del otro lado de las fronteras. Todo muro tiene sugrieta, su entrada.
Sin embargo, el ingenio actual –tan diferente al griego– sucumbe auno de los males actuales: la literalidad. La literalidad es estática.La literalidad hace arrastrar los significados de las cosas por elsuelo, impide que los significados de las palabras despeguen paraformar ideas, impide, así, la imaginación. La literalidad es estáticacomo un muro contra el que choca toda interpretación. La literalidaddice “las cosas como son”, dice “un ojo es un ojo”, dice “ojo por ojo”,dice “el que mata debe morir”.
Desde hace un tiempo, la civilización occidental se está volviendoliteral. Y a su vez, sus muros son la prueba que habla por ella. Elmuro que levantó Israel en la frontera con un territorio palestino(justo Israel, una de cuyas reliquias más preciadas es un Muro de losLamentos) fue una señal no sólo de la deflación imaginativa quecomenzaba a cundir en Occidente ante los problemas que parecíanestancarla, sino también algo mucho peor: un gesto de claudicación, laconfortable resignación de no creer en otra solución. A poco de asumircomo secretaria de Estado de Obama, Hillary Clinton habló del problemaincontrolable del otro lado de la frontera mexicana. La posiblesolución: reforzar el muro alzado bajo la presidencia de Bush. Lasemana pasada, fue tapa de los diarios argentinos una iniciativa de laintendencia de Río de Janeiro: rodear once favelas con tapias dehormigón de tres metros de alto. El propósito oficial es proteger elbosque del Morro Dona Marta y “contener la dispersión de lascomunidades” (“¡contener la dispersión de las comunidades!”).
Amurallar las favelas no es alzar los muros de una prisión. Esmucho peor: es alzar muros de exclusión, es la claudicación de laimaginación, es entregarse a la tierra yerma en la que se alza el murode la literalidad. Ese muro que Cacho Castaña –Facho Castaña para elingenio popular que resiste, que se cuela, que todavía traficasignificados del otro lado de la literalidad– explicó bien cómo alzar:“Poniendo un ladrillito arriba de otro ladrillito, y después usarlopara fusilar”.
El muro marca el límite de una ciudad: lo que hay del otro lado yano lo es. Adentro hay algo valioso, afuera algo que lo codicia, que loamenaza. No casualmente el nuevo programa de entretenimientos de laArgentina es uno en el que vemos a alguien intentando atravesar unmuro. Un muro lanzado contra él a toda velocidad. El muro infernalparece haber entendido cómo será, cómo es: pasarán sólo los que seamolden. El resto, al agua, al foso. ¿Cuánto falta para que pongancocodrilos?
Ayer, en San Isidro, tiraron la primera piedra, pusieron el primerladrillo. Si el proyecto avanza, algo se habrá partido. De un lado, lacivilización habrá claudicado. Del otro, la imaginación seguirádesplegando sus prodigios, buscando una manera de salir, de entrar, deser incluidos.
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