Inland Empire, 1 link.



David Lynch











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Desquiciada, extravagante, abrumadora, Imperio sigue en la línea más personal, libérrima y trastornada de Lynch, en la que se situarían películas como Eraserhead, Carretera perdida y Mulholland Drive. Lynch insiste en seguir siendo Lynch. Cuando un diálogo comienza a parecer “normal” algo siniestro lo corta antes de que termine. Cuando el espectador cree que se puede aferrar a algo que se asemeja a un “argumento”, inmediatamente se desintegra entre sus dedos. Cuando la película parece que comienza a moverse en determinada dirección, de golpe da un quiebre insospechado y toma nuevas dimensiones. Lynch invita al espectador a sumergirse en un experimento alucinante, a abandonar por un buen rato (3 horas) los razonamientos lineales y a pensar este filme desde la lógica de los sueños; a dejarse llevar por un universo construido por sensaciones y atmósferas.
Personajes de rostros borroneados, individuos con fisonomía de humano y cabeza de conejo, seres que amenazan y sermonean a los protagonistas, un rodaje donde se confunde lo que es película y lo que es realidad, conversaciones incómodas, pegadizos números musicales, hipnotismo, amnesia y recuerdos del futuro, prostitución, asesinatos, desdoblamientos de personalidad, la tentación de lo prohibido y la ardua lucha entre placer y represión, todo edificado alrededor de la descomunal labor de Laura Dern. Personaje poliédrico si los hay, de múltiples caras y facetas, trasciende una individualidad única, representando la esencia de todas y cada una de las mujeres de la película.
El arsenal de recursos que Lynch maneja y explota es inacabable. Filmada en gran parte en formato digital, con demenciales juegos de luces y sombras, cámaras al hombro, abundancia de fundidos e imágenes superpuestas, colores inquietos, repentinos flashes, gotas que centellean en tomas pasajeras, primeros primerísimos planos que parecieran querer introducirse en la psiquis de los personajes, y una riquísima banda sonora compuesta mayoritariamente por música y sonidos etéreos, la película ameritaría extensos estudios detallados, y Lynch abruma por su conocimiento del lenguaje cinematográfico.
El director filmó Imperio sin un guión preconcebido, a partir de una o dos ideas sueltas, y a partir de allí comenzó a armar la película. Cuando alguien le preguntó sobre el significado de la obra, su respuesta fue tajante: “no lo sé”. Al cineasta le interesan las formas, y que cada uno busque el significado que más le convenga.
Lynch ha dicho en una entrevista que lo ideal es ver las películas en un lugar oscuro, silencioso, de modo que no se entrometan factores externos en la experiencia de sentir y respirar las obras. Imperio es ideal para ver en una pantalla grande, por lo que la oportunidad de verla en el cine no debería dejarse pasar. Eso sí, una proyección de tres horas ameritaría a que se hiciera una pequeña pausa entre medio, para que el espectador pudiera estirar las piernas, distenderse un poco, quizá tomar algo antes de volver a entregarse a la segunda mitad de una portentosa inyección sensorial.