Tsunami en Mar del Plata





La ola que arrasó con la Bristol



En los primeros días de 1956, la ciudad balnearia tenía algo más de 300 mil habitantes y la visitaban más de 250 mil turistas. Mar del Plata ardía y para Reyes hubo una jornada de 41 grados, que llegó a 43 en Capital Federal.



Una de las atracciones era Robert "Bobby" Fischer, prodigio del ajedrez estadounidense que, con 16 años, enfrentaría en los salones del Hotel Provincial a los grandes maestros soviéticos.
La avenida Constitución, entrada y salida de la ciudad por la Ruta 2, ya empezaba a ser el ámbito de la noche del verano. Nacían las "boites" como Pancho Freddy, Sunset y, mucho más tarde, Sobremonte, un clásico de la noche.



Mar del Plata vivía todavía conmovida por los cañonazos a la destilería de YPF, a las 7 de la mañana del 16 de setiembre de 1955, cuando la "Revolución Libertadora" impactó en el puerto desde buques de la Marina, al mando del almirante Isaac Rojas.



Ese verano "pintaba" con todo: muchos turistas, decenas de espectáculos teatrales, algunos con alto voltaje político y "triunfalista", el Casino en tiempos de ruleta, punto y banca y "30 y 40".




La final del Campeonato Argentino de Fútbol, entre Mar del Plata y San Juan, se jugaría en el mítico Estadio "Gral. San Martín", ahora devenido en un supermercado "Makro".
Eran las doce y media. Los pibes jugaban en la arena con baldes y palitas, uno de ellos autor de estas líneas. Las madres se mojaban los pies en la orilla y los padres miraban señoritas que recién empezaban a lucir el "dos piezas".




Hoy, sería una pequeña rémora del "tsunami" tailandés. La ola se veía a los lejos como "una cosa gris oscuro", grande y llena de espuma. En instantes pasó sobre los miles de turistas absortos en la orilla y "estalló" arriba, casi contra el murallón.
Todo duró un minuto y medio. Pero fue casi un maremoto. Corridas, llantos de niños, madres angustiadas, padres sorprendidos, ropa olvidada, lonas mojadas, juguetes enterrados.
Un movimiento desordenado de unos 10 mil veraneantes a pleno rayo del sol. Un camorágrafo o fotógrafo hubiera hecho una fortuna.



La ola, menos vidas humanas se llevó todo. O casi todo. Un vecino, hombre de barrio marplatense, hábil, vivo, muy pícaro él, apareció por la atribulada Playa Bristol una hora después.
No había casi nadie. Pero el reloj de oro 24 kilates que le regaló a su mujer para los veinte años de casados en aquel entonces, lo distinguió como "el mejor" del condado.
Mar del Plata además del mar, el turismo, el Casino, la pesca, la construcción, ofrecía ese verano un poco de cine "catástrofe", pero benigno. (Mar del Plata, 16 de enero -Télam, por José Luis Ponsico).


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