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¿El Fin del Mundo en el 2012?
El apocalipsis que viene
El fin del mundo ya tiene nueva fecha de estreno: será en 2012, porque así lo dicen las profecías mayas y lo anuncian los ecologistas que advierten sobre el calentamiento global. La historia de muertes detrás de cada vaticinio del cataclismo.
"El gobierno de Cristina Fernández de Kirchner caerá antes de fin de año". El vaticinio trepó rápidamente a los titulares de los medios, y los argentinos se enteraron el mes pasado de que en la ciudad bonaerense de San Nicolás existía un ex diputado peronista por la provincia de Buenos Aires, llamado Segundo Rolón, que se autodesignó papa y se preparaba junto a 12 apóstoles para ingresar triunfalmente en la Casa Rosada luego de que, según su anuncio, todas las instituciones argentinas se hundieran en un cataclismo. Pero llegó el día anunciado, el Sol salió como en cualquier mañana de diciembre, ningún titular periodístico contó que algo hubiera trastornado la rutina gubernamental y entonces el papa Rolón debió explicar lo que había sucedido. ¿Admitió el error de su profecía? Nones: dijo que su pronóstico sí se cumplió sólo que... quienes no creemos no podemos verlo.
La historia del papa peronista y bonaerense fue uno de los últimos capítulos locales de un fenómeno que acompaña al planeta occidental desde el surgimiento del cristianismo: el continuo pronóstico de apocalipsis destinados a redimir, castigar o –las más de las veces– acabar con el mundo. A diferencia de las cíclicas creencias orientales en las que los finales encierran nuevos comienzos, nuestra idea lineal del tiempo llevó, durante milenios, a que cada final sea anunciado como un cataclismo y punto final, siempre la tonta y ciega humanidad lanzada como un auto sin frenos contra el muro.
Los vaticinios apocalípticos siempre son hijos respetuosos de su época. Eso se observa en la variación de los motivos y procedimientos por los cuales sobrevendría la hecatombe: el relajamiento de las costumbres, el desapego de los preceptos religiosos, la ira de una civilización extraterrestre, el avance amoral y desenfrenado de la ciencia, predicciones astrológicas, la corrupción de la clase dirigente, el avenimiento de una nueva era espiritual o una revancha de la naturaleza, cansada de tratar con los bípedos pensantes y contaminadores.
Te invito a mi cataclismo. Hace apenas unos meses, 35 seguidores de la Verdadera Iglesia Ortodoxa Rusa se ocultaron en una caverna del Volga, a 600 kilómetros de Moscú, a esperar el fin del mundo, munidos de querosén y víveres. Cuando fueron descubiertos por las autoridades, amenazaron con quemarse vivos si intentaban sacarlos, aunque luego les fue difícil resistir el encierro cuando se produjeron las primeras muertes y debieron convivir en la cueva con los cadáveres. Su líder Piotr Kusnezov, escapado de una clínica psiquiátrica donde fue internado por trastornos de personalidad, los convenció de que Satanás estaba dominando el mundo a través del nuevo anticristo: Internet. El encierro en la caverna, aunque suicida, no dejaba de ser una alegoría roussoniana. Duró seis meses, hasta mayo del año pasado.
Más famosa, la secta Puerta del Cielo, resultado de un licuado de páginas bíblicas y creencias ovni, dejó 39 cadáveres prolijamente acostados –castrados, los señores– en un rancho al norte de la ciudad californiana de San Diego. Su líder Marshall Applewhite, quien en los años 1970 estuvo internado en un centro psiquiátrico en el que intentaron "curarle" su homosexualidad, los convenció de beber fenobarbital mezclado con jugo de manzana y vodka, para poder treparse a una nave especial encapsulada en el cometa Hale-Bopp que pasó cerca de la Tierra en 1997. La nave, pensaban, los llevaría a un nivel más elevado de aprendizaje y los salvaría de las fuerzas luciferinas que estaban ganando la batalla en la Tierra.
El Movimiento por la Restauración de los Diez Mandamientos de Dios llevó a la muerte a 500 seguidores que, luego de despedirse de sus vecinos, carnear tres vacas y realizar una fiesta de aquellas, se rociaron con nafta y se inmolaron entre gritos en una iglesia de Kanungu, una pequeña ciudad de Uganda en 2001. Estaban seguros de que así la Virgen María vendría a salvarlos del inminente fin del mundo. Los líderes del grupo eran monjas y sacerdotes expulsados de la Iglesia Católica.
El líder de la secta evangélica Los Niños de Dios, David Berg, anunció a principios de la década de 19700 que un moderno anticristo, representante de un nuevo orden mundial, con la ayuda de una supercomputadora, conduciría al mundo a su día final antes de que el planeta fuera destruido por un cometa en 1973. Que la predicción no se cumpliera no fue obstáculo para el crecimiento internacional del grupo, que gracias a la gran imaginación de Berg derivó en una de las sectas más permisivas, promiscuas y sexualmente impredecibles.
Se sortea un final. Los grupos que organizan sus vidas en función de plazos apocalípticos se cuentan por cientos, aunque sólo se terminan conociendo aquellos cuyas desventuras provocan resultados sangrientos o que terminan expuestos al ridículo cuando cometen el error de fechar el cataclismo en un día demasiado cercano.
Eso fue lo que le sucedió en 1999 al modisto español Paco Rabanne cuando anunció que la estación espacial rusa Mir caería sobre París y la destruiría. El día anunciado, una multitud se congregó frente a su tienda con un gran cartel: "¡Caramba! Te equivocaste, no hay Pacoalipsis", mientras el diseñador había huido para buscar refugio lejos de la ciudad.
El sitio canadiense La Biblia Interactiva tiene un listado con más de 200 anuncios de apocalipsis, hechos por una variedad de grupos religiosos, que van desde el profeta Theudas, que se proclamó mesías y arrastró a 400 personas con él al desierto en el año 44 de la era cristiana, hasta los nuevos grupos milenaristas o simplemente chiflados que, más previsores, anuncian la hecatombe para dentro de 20, 30 ó 45 años.
En el listado resalta el suicidio masivo de los 913 estadounidenses de la secta Templo del Pueblo, ocurrido en Guyana, cerca de Venezuela, en 1978. Llegaron ahí siguiendo a su líder Jim Jones, un marxista que se creía Jesucristo y tenía como amigos a varios millonarios de California, para crear una colonia alejada del mundo. Antes de que la burbuja se rompiera, todos decidieron matarse ingiriendo cianuro.
Fatalismo verde maya. Lawrence Joseph es un ex colaborador del The New York Times, quien publicó Apocalipsis 2012, uno de los libros que sostiene, con absoluta seguridad, que el mundo se acabará el 21 de diciembre de 2012. Esta es la fecha más mencionada por los agoreros de todo el planeta, porque la profecía de moda tiene que ver con el calendario maya. "Será una transformación catastrófica de nuestras sociedades", adelantó Joseph, quien, como otros millones de personas repartidos en diferentes puntos del globo, vive como si sólo le restaran tres años de vida a él, su familia y amigos.
El calendario de los mayas, reconocidos como avanzados astrónomos, señala que el actual ciclo temporal que se inició en 3113 antes de Cristo, cierra su capítulo en 2012. Los cientos de profetas, que ahora encontraron ocupación anunciando el final de todo, señalan que ese día desaparecerá el hombre, como digno castigo al materialismo y la violencia que tanto nos han divertido como especie en los últimos siglos. La versión menos espectacular –y carente del atractivo del ultimátum– dice que la fecha sólo marca un cambio espiritual que nos hará evolucionar hacia una mayor integración con el universo. Aburrido.
Por las dudas, el mayor especialista en fines del mundo, los estudios de Hollywood, ya tienen lista 2012, dirigida por Roland Emmerich, director que ya ha destruido por completo nuestro planeta en tres o cuatro películas anteriores. Este último intento suyo –que, por supuesto, se estrenará antes de la fecha mortal– ya despertó una ola de artículos y análisis sobre la posibilidad de que esta vez los anuncios sean ciertos.
Lo particular del caso es que la fecha 2012 ya está dejando atrás la visión maya y comienza a mezclarse con la nueva onda del fatalismo ecológico tan en boga: todos moriremos en 2012, pero no porque lo dijo un Horangel maya, sino porque en esa fecha el calentamiento global habrá provocado tanto desbarajuste que no quedarán ni tres tristes artrópodos con vida. Aquí se mezclan ciencia y esoterismo; el documental del ex vice de Estados Unidos Al Gore, Una verdad incómoda, sobre el actual desbalance ambiental; y hasta a los vegetarianos extremistas que quisieran ver muerto al 99 por ciento de la humanidad que, si pudiera, comería todos los días patas de pollo y costeletas de cerdo.
Pertenecer a los elegidos. Mientras algunos pueden aprovechar este próximo apocalipsis para endeudarse en hipotecas y créditos que luego no pagará nadie, otros lo toman como objeto de estudio. En la revista Sociedad y Religión, publica un grupo de estudiosos del Conicet coordinados por Fortunato Mallimaci que demuestra que las creencias no tradicionales, como por ejemplo las apocalípticas, no son sólo patrimonio de sectas extrañas o líderes dementes.
Los estudios del grupo incluyen creencias milenaristas entre los tobas y en ciertos grupos judíos, insólitas versiones del catolicismo entre líneas internas del peronismo, creencias apocalípticas entre grupos católicos antiabortistas, el hiperdogmatismo entre grupos tradicionalistas gauchos o las ideas de salvación alrededor de figuras del rock que escapan hacia refugios serranos. "Ustedes en Córdoba tienen una diversidad enorme de grupos", dice Mallimaci.
El apocalipsis no sólo vende: también es agradable de comprar. Paul Boyer, un historiador estadounidense especializado en literatura apocalíptica resalta que, por un lado, creer en un próximo cataclismo cubre la necesidad de sentir que todo tiene sentido, porque eso va contra el terror a pensar que el mundo y la humanidad son apenas una creación accidental. Además, sigue Boyer, si creemos que el apocalipsis ya viene, eso nos integra en el círculo selecto de quienes saben lo que va a ocurrir. Y, quizá, en la carpa VIP de los que se van a salvar.
Fuente http://www2.lavoz.com.ar/09/01/11/apocalipsis-viene.html
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