Porque y para que vivimos...
¿PORQUÉ Y PARA QUÉ VIVIMOS?
R.P. RAFAEL GÓMEZ PÉREZ, S.J.
"Se puede pensar, con toda razón, que el porvenir de la Humanidad está en manos de quienes sepan dar a las generaciones venideras razones para vivir y para esperar"
Conc. Vat. II Gaudium et Spes, N°. 31.
1. Una encuesta interesante
En conversaciones con diversas personas les he preguntado en confianza:
-¿Cuál es la razón o razones que más te ayudan a ti para VIVIR?
-¿Razones para vivir?
-Sí, razones que tú consideras válidas para vivir. Razones de por qué vives.
Algunas, con una sencillez, con humildad, pero con cierta tristeza me han contestado:
-FRANCAMENTE NO SE y se quedan pensativos, como sorprendidos y como deseosos de descifrar ese enigma y de ponerse a reflexionar o consultar sobre el tema para no tener que contestar con ignorancia: "FRANCAMENTE, NO SE".
2. Otras, al ser interrogadas en el mismo sorprenden un poco y luego me han dicho:
-NUNCA ME HE PUESTO A PENSAR EN ESO.
-Pero, ¿No te parece NECESARIO pensar en eso?
-Creo que sí, pero ya ve, vive uno tan de prisa y con tantas preocupaciones, que no le dan a uno tiempo para pensar en esas cosas difíciles.
Algunos, a la misma pregunta: ¿Porqué vivimos? me han contestado:
-Porque Dios así lo ha querido. El nos ha "echado" al mundo para que vivarnos...
-¿y por qué lo ha querido así?
-Para que nos multipliquemos...
-¿y para qué nos multiplicarnos?
-Pues,... para ir al cielo.
Este hombre joven, ya casado, responsable, empeñoso, que había estudiado dos años de secundaria y llevaba una vida ordenada y es creyente, ya había avanzado un poco más. Sin embargo, todavía no acababa de quedar satisfecho con sus respuestas y pedía instrucción.
-¿Por qué vivo? Vivo porque mis padres se conocieron, se amaron, se casaron y me engendraron.
-y tus padres, ¿Por qué viven?
-Porque mis abuelos se conocieron, se enamoraron, se casaron y engendraron a mis padres.
-y LA PRIMERA PAREJA HUMANA, ¿Por qué vino a la vida?
-Bueno, pues aquí ya entramos en el terreno de Dios.
-¿Crees que Dios creó al hombre, a la primera pareja?
-Sí lo creo.
-y ¿Por qué los creó Dios? -Eso si ya no lo sé.
La ciencia del preparatoriano creyente se había agotado.
3. Respuesta de un Intelectual
-"Creo que la vida del hombre es un largo camino hacia Dios. Unos lo buscan en la naturaleza, otros en el arte, muchos, sin saberlo, en el amor de las criaturas. A mí me seduce más la idea de que Dios se encuentra en el fondo de nosotros mismos, en el yo absoluto, reducto insobornable del ser...
"¿Por qué buscas en el fondo del cielo lo que se halla dentro de ti?", exclama uno de los personajes del extraordinario Julien Green. Lo contrario de Dios es la nada, el no ser. Ascender hacia Dios es acercarse a la luz, a la cumbre. No sé quién decía que gustaba de leer los místicos como los relatos de viajes a regiones extraordinarias a donde uno no podía ir nunca, pero que fascinaban al lector. Y en esas experiencias se halla quizá la mejor explicación del universo y del hombre que ninguna ciencia alcanzó todavía". Lo que mi amigo ha dicho, terció otro escritor, yo lo reforzaría diciendo que es necesaria la intervención de un ser capaz de dar la existencia a lo que no la tiene. Explicaré este punto y después contestaré a la pregunta que Ud. hizo, ¿Por qué vivimos?
El hombre de hoy es poco propenso a aceptar misterios, pero si no acepta el misterio de Dios, tiene que aceptar el misterio, yo diría más bien el absurdo, de la nada produciendo la vida, o de una materia ciega o inerte viniendo no se sabe de dónde y creada no se sabe por quién. Esta materia resulta así ser infinitamente sabia, ya que es el principio ordenador del complejo universo que todos conocemos. En realidad, el misterio del Ser Supremo lo que hace es dejar patente la grandeza de Dios y la limitación de la inteligencia humana.
Es evidente que la presencia de un hombre en el mundo no se explica sólo por la intervención generadora de sus padres.
¿Planearon mis padres el mundo? ¿Estudiaron cómo debía ser la respiración de los pulmones? ¿El latir del corazón? ¿La circulación de la sangre? ¿Descubrieron ellos mi forma de raciocinar? ¿Planearon mi libertad? ¿Soñaron siquiera en la estructura del ojo de su hijo? ¿Se les ocurrió acaso que era bueno que hubiera tendones y músculos y uñas y cabellos y cejas y pestañas y articulaciones? NO.
Ellos recibieron al pequeño que era yo y nací maravillosamente formado. Yo era la realización de un PROYECTO QUE ELLOS NO TRAZARON. Detrás de mis padres está el Planeador universal, el Creador con sabiduría infinita para coordinar un mundo en movimiento.
El conjunto del mundo es maravilloso. Somos perpetuos viajeros de un globo terráqueo que se desliza en torno al sol con una velocidad promedio de 108,000 kilómetros por hora; ese globo gira sobre sí mismo y su velocidad tangencial es de mil kilómetros por hora en la latitud de los cuarenta grados. Ese mismo globo con el sol y el sistema planetario se dirige hacia la estrella Vega, de la Constelación de Lira a 70,000 kilómetros por hora.
Viajamos, viajamos y viajamos y estamos sujetos a tres movimientos y ni siquiera nos percatarnos de que nos movemos. Movimientos reales, movimientos fantásticos, movimientos uniformes y sin embargo, son movimientos NO PERCEPTIBLES. ¿A dónde vamos?
Esa armonía no puede ser casual, sino que responde a un proyecto inteligente. Al Creador inteligente que ordenó los mundos lo llamamos Dios.
Damos un paso más. Dios crea los mundos, los ordena y Dios crea al hombre. Pero, ¿Por qué lo crea? ¿Por qué esa inmensa cadena de seres humanos que pueblan la tierra? ¿porqué?
Yo he meditado mucho en este tema: ¿porqué vivo? ¿por qué vivimos? ¿Cuáles son las razones para vivir una vida humana con conciencia responsable? ¿Aceptan todos los hombres la razón de su vida?
La filosofía nos enseña que el motivo por el cual una persona actúa o se decide a una acción es PARA ALCANZAR UN BIEN. Siempre se mueve el hombre para obtener un BIEN Hasta los que se suicidan, creen con su terrible acción, alcanzar un bien: El término de sus sufrimientos espantosos.
Que todos actuamos para alcanzar un bien, lo podemos comprobar por nuestra propia experiencia. Examinemos nuestras motivaciones de acción y siempre encontraremos que buscamos un BIEN.
Por otra parte, al reflexionaren la naturaleza del ser divino, comprendemos fácilmente que Dios, por ser perfectísimo, NO PUEDE ADQUIRIR UN NUEVO BIEN. Eso sería hacerlo dependiente de las cosas. Y Dios es EL ABSOLUTO. El que en sí mismo tiene ilimitada perfección.
Así pues, Dios, al crear al hombre, no Lo hace ni puede hacerlo PARA ADQUIRIR UN BIEN. Pero sí puede hacerlo para COMUNICAR UN BIEN.
La esencia divina es eso: Difundir el bien, comunicarlo, dar a otros, dar y dar y siempre dar desinteresadamente. Pero comunicar el BIEN es sencillamente Amar. Hemos, pues, llegado al término de nuestro raciocinio. Dios crea al hombre por Amor.
El amor es el eje del mundo y el eje de la Creación. La creación de los hombres es una obra DE AMOR. La razón principal para vivir es EL AMOR QUE DIOS NOS HA TENIDO. Y si entendemos esta razón, nuestra vida cambiará y se iluminará con profusión.
Podemos con toda justicia decir que LA RAZON DE VIVIR NO ES TANTO LA EXPRESIÓN DE UN SILOGISMO, de un pensamiento humano, cuanto la presencia amorosa y operativa de Alguien. En los momentos dolorosos de la vida se requiere un punto de apoyo muy sólido PARA SEGUIR VIVIENDO.
4. Primera razón para vivir: Dios nos ama.
La razón más válida para seguir viviendo y para vivir con decisión, con gallardía, con esperanza es LA INTIMA y PROFUNDA CONVICCIÓN de que DIOS NOS AMA.
El ensayista LUIS MARÍA ANZON confirma con sus palabras lo anteriormente expuesto.
“Dios hecho hombre le da sentido a la vida y contesta el interrogante tremendo de Unamuno: “¿Por qué vivimos, si no hemos pedido la vida? ¿Por qué se nos ha arrojado a este Valle de lágrimas sin quererlo nosotros? ¿Por qué se alumbra nuestra existencia en la miseria humana sin contar con nuestra voluntad?"
El hijo de Dios vivo, hecho hombre, el Cristo que dijo a los Apóstoles: "Triste está mi alma hasta la muerte"; el que perdonó a la pecadora y MURIÓ DE AMOR SOBRE LA CRUZ, HA LLENADO DE SENTIDO LA VIDA HUMANA.
Dios hecho hombre nos revela al Dios Creador. Cristo le I da sentido a la vida humana y entonces la vida es un don impregnado de amor
Nadie se enfada con quien le hace un regalo, si el que hace el regalo lo hace con amor. Y Dios nos hace el don de la vida que culminará en un océano de felicidad, semejante al que inunda a la Divinidad.
Sin Cristo humano sería difícil descubrir el hilo de oro que borda la existencia humana.
Tal vez nuestro escritor sentía lo que Maritain nos dice en "El Campesino de Garona: Las almas sienten avidez de autenticidad de claridad...descubren el misterio del ser humano. Es como una nostalgia del Evangelio y de Jesús".
5. La Enseñanza de la Biblia.
En el Antiguo Testamento Dio habla a su pueblo en términos familiares llenos de cariño y de mil maneras le da a entender su predilección por él.
La Historia de la Salvación, expresada en toda la Biblia es una Historia de Amor: el amor de un Dios que quiere entrañablemente a su pueblo, aunque no siempre encuentre correspondencia a su desinteresado amor.
En el cautiverio de Babilonia el pueblo se dio cuenta de la grandeza de su Dios y del amor que le profesaba. Se dio cuenta de que las naciones eran, ante El, "como granito de polvo en la balanza", lo cual hacía más meritorio el amor de Yahvé por su pueblo: "Porque yo soy el Señor, tu Dios, que te toma de la mano y te digo: "No temas, que yo soy el que te socorrió. No temas, Jacob, pobre gusanillo; no tienes que temer, pobre larva. Yo soy tu auxilio, dice el Señor, y el santo de Israel es el redentor tuyo". (Is. 41, 13)
Si pasamos al Nuevo Testamento, Jesús nos revela el inmenso amor que siente por sus hermanos: "Yo no les diré siervos, sino amigos, porque el siervo no sabe lo que hace su Señor, a ustedes los he llamado amigos, porque todas las cosas que escuché de mi Padre, se las he comunicado". En la Ultima Cena, Jesús vuelve sobre el tema del amor a sus hermanos: "Ámense los unos a los otros COMO YO LOS HE AMADO" (Jn.15, 15; 13, 24).
San Pablo comprendió muy bien el inmenso amor de Dios a los hombres, por eso en un estupendo trozo lírico entonó el HIMNO AL AMOR DE DIOS en su carta a los Romanos:
"Ante esto, (el plan de salvación de Dios) ¿Qué diremos? Si Dios está por nosotros, ¿Quién contra nosotros? El que no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien, lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con él graciosamente todas las cosas?.. Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos DEL AMOR DE DIOS, manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro. (Rom.8, 31-38)
El amor paternal de Dios a sus hijos los hombres es el misterio más grande que se esconde en la Biblia. Un amor tierno que lo lleva a darnos a su Hijo para que El nos ilustre en los planes divinos que culminan en el Reino.
6. La Vivencia de Dios
La plenitud de felicidad de la persona humana sólo puede venir de la perfecta armonía de relaciones interpersonales. Y la religión es esencialmente una relación personal del hombre con Dios. La relación más profunda que pueda haber por referirse ala persona de mayor dignidad que puede existir: Dios.
Jesús, en el Evangelio se esfuerza por hacernos comprender lo profundo e íntimo de la relación con Dios, nuestro Padre que está en los cielos.
Nunca los hombres pudieron soñar en que sus relaciones con la divinidad pudieran ser de hijo a Padre. A Dios se le consideraba rodeado de gran majestad y El era siempre el Señor, el Todopoderoso y el hombre su vasallo y servidor.
Jesús nos revela el gran misterio y nos dice: "Dios es tu Padre". Las relaciones son familiares. El hombre entra en la familia divina por ser hermano de Jesús, el Hijo natural de Dios. Esto es algo que ningún mortal pudo soñar.
En la parábola del Hijo Pródigo Jesús nos quiere hacer comprender cuáles son las relaciones del hombre con Dios y por eso nos refiere la conmovedora historia del Padre que nunca deja de amar al hijo que se aleja de la casa paterna, pero que respeta la libertad del que ya no quiere "dejarse amar". Cuando el hijo vuelve, el Padre lo perdona y quiere volver a hacerlo feliz. (Lc.15, 11-24)
La conciencia íntima de ser hijos de Dios debería alentarnos maravillosamente para vivir con esperanza. El amor de Dios a nosotros hasta el punto de elevarnos a la dignidad de hijos suyos es objetivamente la razón más fuerte para VIVIR. En esta realidad consoladora debe fincarse la esperanza humana. No hay ninguna otra razón de mayor peso porque la dignidad de la filiación divina supera cualquier otro valor puramente humano.
San Juan de la Cruz sintió ardientemente en su corazón la vivencia del amor de Dios y así pudo escribir en su Cántico Espiritual:
¿A donde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huíste,
habiéndome herido ,
salí tras ti clamando y ya eras ido.
7. Segunda razón para vivir: Corresponder al amor de Dios
En una jerarquía ordenada de motivaciones para VIVIR CON ILUSIÓN, después del motivo número uno que es el amor de Dios hacia nosotros, vendría inmediatamente en segundo lugar la necesidad de corresponder al amor de Dios.
Y esa correspondencia sólo puede ser con amor. Por eso el mandamiento supremo para el hombre es el de AMAR A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS, o, como dice la Biblia: Amar a Dios con todo el corazón, con toda la inteligencia, con todas las fuerzas.
Hay muchos jóvenes modernos que no comprenden bien por qué existe el primer mandamiento de AMAR A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS. Algunos dicen: A mí me molesta que Dios me mande que lo ame. Yo creo que el amor debe ser libre y espontáneo y que si es imperado, si es por obligación y por mandato, ya no es verdadero amor. Esta posición emotiva plantea mal el problema del sentido en que debemos tomar el primer mandamiento de la Ley de Dios. Dios nos manda que lo amemos porque conoce la esencia de nuestro ser espiritual y sabe muy bien que NUNCA SEREMOS FELICES si no lo amamos. Dios no nos manda que lo amemos porque NECESITA nuestro amor, sino porque nos ama demasiado y quiere nuestra plena realización: que sólo se dará en nuestro amor a El. Si no amamos a Dios sobre todas las cosas, vamos a amar el dinero, las comodidades, los placeres desordenados, el vino, la droga o el juego.
No todo mandato lesiona la dignidad humana: Si una madre y un hijo se separan por necesidad, pero se aman profundamente, cuando la madre manda al hijo y le dice: Escríbeme, escríbeme, hijo mío... este mandato brota del amor de madre y no debe molestar al hijo. Si Dios nos manda que lo amemos sobre todas las cosas es porque sólo en ese amor encontraremos nuestra plenitud humana, sólo en ese amor encontraremos la felicidad verdadera. Si no existiera el primer mandamiento, tampoco existiría el segundo y el mundo sería una selva despiadada en que no florecerían las rosas del amor.
Por eso el poeta español León Felipe armonizando los dos mandamientos: El amor de Dios y el amor al prójimo, escribió inspiradamente:
"Hazme una cruz sencilla, carpintero,
los brazos en abrazo hacia la tierra,
el ástil, disparándose a los cielos...
que no haya un solo adorno que distraiga
este gesto, este equilibrio humano
de los dos mandamientos".
La sensibilidad moderna es a veces enfermiza y ve con malos ojos todo lo que pueda restringir en lo más mínimo la espontaneidad y la libertad. Pero no es la espontaneidad ni la libertad el bien MAXIMO de persona humana, sino la consecución del UL TIMO FIN. Carecer de libertad es, en algunas ocasiones, UN BIEN EXTRAORDINARIO: Por ejemplo, cuando en un naufragio logramos asirnos fuertemente a un salvavidas, tener libertad para dejarlo, sería nuestra ruina.
Hay una gran diferencia entre llevar una vida natural y simplemente contentarse con vivir y entrar en el plan divino de la salvación. Y en ese plan divino el amor juega un papel esencial: El amor a Dios y el amor a los hermanos. ¿Y no es altamente dignificador decir: "Yo viviré porque quiero poner en mi vida el sello del amor y por eso quiero AMAR A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS?
Pero no podremos amar a Dios sobre todas las cosas sin amar también a nuestros hermanos. Por eso nos dice San Juan: "El que no ama a su hermano a quien ve, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ve?" (1 Jn. 4, 20).
El eje prioritario de la vida es el amor. Ninguna vida humana se realiza con plenitud sin amar. Y el amor no se descubre con los sentidos. El amor es algo espiritual que brota de la voluntad libre iluminada por la inteligencia y fogueada por la emotividad. "La idea sólo queda soldada al acto por el calor del afecto". Dios es amor y nos quiere semejantes a El por eso nos pide que lo amemos sobre todas las cosas. Corresponder al amor de Dios puede parecer, a quien no profundiza, como algo muy etéreo y no propio de este mundo cargado de luchas y problemas. Sin embargo, esas luchas y problemas deberían acercarnos más al ideal que Dios nos traza. La experiencia de nuestra misma vida nos debe hacer conscientes de que la vivencia de S. Agustín también puede ser nuestra: "Hiciste, Señor, nuestro corazón para Tí y estará inquieto hasta que descanse en Tí".
8. Tercera razón para vivir: Dar a nuestra vida un sentido de servicio.
La vida humana tiene dos vertientes totalmente opuestas. Una es la vertiente del servicio, del progreso, de la mutua ayuda, de las relaciones personales bien integradas, del avance en las ciencias, de tener lo necesario para una vida digna...
La otra vertiente es lo inútil de la vida: El egoísmo exagerado, la desconfianza, los crímenes, las drogas, el sexo desordenado, los fraudes y las torturas.
Cada persona humana, con su modo de vivir, dice hacia qué vertiente se inclina, si hacia el lado útil y constructivo de la vida o hacia el lado perjudicial y destructivo.
Cada uno de nosotros tendremos que elegir. No podernos quedarnos paralizados, porque esa parálisis es ya estar en la vertiente negativa. Al bien tenemos que llamarlo bien y al mal tenemos que llamarlo mal.
Hay criminales que se admiran a sí mismos. Se consideran muy inteligentes porque han logrado escapar de la policía. Consideran sus crímenes como hazañas de inteligencia y heroicas. Claramente se están inclinando a la vertiente negativa de la vida.
En cambio, los que están animados de un sincero deseo del bien común, los que se sacrificaron en aras de la Patria o de su familia, los que dedicaron su tiempo a la investigación para hacer la vida más atractiva, los que ayudaron moral o económicamente a los más necesitados y supieron compartir sus bienes, sin engañosa avaricia...éstos, ven con claridad que podrían llevar una vida más fácil, pero menos fecunda y prefieren inclinarse con valor a la vertiente constructiva de la vida.
Los que así proceden no lo hacen en vano. No quieren ser estériles higueras plantadas en los huertos de la vida, sino que quieren SERVIR, SER UTILES a los demás y en esto encuentran la satisfacción interior que inunda el corazón de paz y aún de felicidad. Un gran psicólogo moderno escribe: "No le pidas a Dios que te haga feliz, sino UTIL, y la felicidad vendrá a tu corazón".
Los que quieren servir y ser útiles a los demás, podrían decir con un poeta moderno:
"Quiero hacer bien en mi vida
para sentir en mi pecho
esa dulzura escondida
que engendra la indefinida
satisfacción del bien hecho.
Que es verdad que, aunque haya quien
nunca logrará entenderlo,
hay un goce de hacer bien
por sólo el goce de hacerlo.
Y es que el que siembra este suelo
de rosales de poesía,
de esperanza, de alegría,
de fortaleza y consuelo;
y al que le da a sus hermanos
rosas de consejos sanos
y palabras bondadosas
¡le queda siempre en las manos
algún perfume de rosas!...
Compartir quiero mis días
con otras almas hermanas
y partir mis alegrías,
que, en lo que tienen de humanas,
tan suyas son como mías;
abrir a todos mis brazos
y consolar sus pesares
y entre rimas y cantares
darles la vida a pedazos...
Que este anhelo de poesía
de mi ser, que no se harta
jamás de luz y armonía,
Dios se lo dio al alma mía
PARA QUE YO LO REPARTA.
9. Cuarta razón para vivir: Dar testimonio de la Verdad.
Jesús vino a este mundo PARA DAR TESTIMONIO DE LA VERDAD (Jn: 18, 37). Si el dar testimonio de la Verdad era para Cristo una razón válida para realizar la gran hazaña de la Encarnación y venir a este mundo, bien podemos igualmente nosotros considerar como motivo válido para vivir el QUERER DAR TESTIMONIO DE LA VERDAD.
La verdad es eterna. La verdad es siempre la relación de conformidad entre dos cosas: Cuando hay conformidad entre nuestro pensamiento y nuestras palabras, tenemos la verdad moral; cuando hay conformidad entre nuestra mente y la realidad, tenemos conocimientos verdaderos y esta es la verdad lógica; cuando hay conformidad entre lo que somos y lo que hacemos, tenemos la verdad ontológica.
Cristo es descrito en la Escritura como "lleno de gracia y de VERDAD". Cuando en la Ultima Cena Tomás le dice con ingenuidad a Jesús: "Señor, no sabernos a donde vas, ¿cómo podernos saber el camino? Entonces Jesús lo instruye con estas maravillosas palabras: "Yo soy el camino, LA VERDAD y la vida". (Jn.14, 6)
La VERDAD, nos dice también Cristo, nos hará LIBRES. (Jn. 8, 32)
La verdad en nuestros conocimientos, la verdad en nuestros labios, la autenticidad en nuestras actitudes es lo que afirmará nuestra personalidad y lo que nos hace dignos de crédito. No puede encontrarse el bienestar humano ni en la mentira, ni en el error ni en la hipocresía.
Si un joven dice a su prometida: "TE AMO" y ella le cree y confía en esa palabra y le corresponde con verdadero amor surge la felicidad de aquella pareja. Y mientras siga siendo verdad que se aman, seguirán disfrutando de la felicidad. Pero si aquel joven MIENTE a su prometida y no la ama, sino sólo quiere obtener la herencia que ella recibirá en breve, tarde o temprano el matrimonio fracasará y la causa fundamental de ese fracaso, de esa infelicidad será UNA MENTIRA.
La sinceridad entre los hombres no es un artículo de lujo del cual pudiéramos prescindir. La verdad y la confianza en las relaciones humanas es un pilar básico para el bienestar, humano. Cuando la mentira o la calumnia se hacen comunes y corrientes entre los hombres, entonces viene un profundo malestar social que desalienta y causa el hastío de la vida.
La Biblia nos cuenta en el libro de Daniel el falso testimonio de aquellos dos ancianos libidinosos y por cuya causa iba a morir la casta Susana. Daniel, inspirado por Dios, los separó, interrogó a cada uno y los hizo entrar en contradicción. El pueblo, apoyado en el sabio juicio de Daniel, absolvió a la inocente y castigó a los culpables. La mentira que había en su interior los hizo perder su prestigio de ancianos y la confianza que se tenía en ellos.
No solo por las mentiras puede fracasar la vida de los hombres. También por el error se pueden destrozar las vidas humanas. La Historia nos enseña cómo los griegos y los romanos, admirables en el arte del bien hablar, de la cultura y la filosofía, se equivocaron lamentablemente en lo religioso y cayeron en una serie innumerable de supersticiones y errores.
La verdadera ciencia nos exige un cuidadoso avance para no aceptar como cierto lo que es probable, para no sacar conclusiones más allá de lo que los datos exactos nos enseñan. El hombre ha avanzado a pasos agigantados en el conocimiento de múltiples fenómenos: conoce las partículas nucleares, que son los últimos componentes de la materia, conoce la célula, los fenómenos meteorológicos, los electromagnéticos, conoce muchos misterios de la vida orgánica, de la vida psíquica y de la vida social. Todos estos conocimientos científicos han hecho la vida humana más atractiva y fecunda.
Quien emplea buena parte de su vida en adquirir la ciencia y la comunica a los demás, se ha colocado en la vertiente positiva de la vida. Quien se llena de errores y los va propalando, se ha colocado en la vertiente negativa o inútil de la vida.
La autenticidad, o sea, la verdad ontológica, nos es absolutamente necesaria. La ficción y las apariencias, la discordancia entre lo que somos y lo que hacemos viene a falsificar nuestra vida y nos convertimos en monedas falsas. En cambio, quien procede guiado por la razón y se rige por valores humanos, ese es un hombre AUTÉNTICO. Entre su ser y su forma de actuar existe conformidad y armonía. En esto consiste la realización humana: en proceder lógicamente entre lo que somos y lo que hacemos, entre nuestro ser y nuestro operar. Quien así procede está DANDO TESTIMONIO DE LA VERDAD.
Nuestra vida es UNICA y si introducimos distorsiones entre lo que somos y lo que hacemos, entonces HEMOS FALSIFICADO NUESTRA EXISTENCIA.
CONCLUSIÓN
Hemos procurado descubrir las razones de POR QUÉ y PARA QUÉ VIVIMOS. Y en nuestra búsqueda encontramos que la razón principal de por qué vivimos es el amor que Dios nos ha tenido y por eso nos llamó a la existencia y trazó su plan de salvación para toda la humanidad. "Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad". (1 Tim. 2, 4)
Esta razón del amor creador se agiganta con la razón del amor redentor por la que Cristo, al llegar la plenitud de los tiempos, se hace nuestro hermano y pone su tienda con nosotros. Al amor de Dios Padre se une el amor de Dios Hijo que desciende al pesebre y sube a la cruz.
Sin embargo, estos hechos clarísimos se nos volverán oscuros si no los meditamos, si no los ponderamos con detenimiento. La celeridad de la vida moderna que vivimos no debe impedirnos la reflexión profunda, pues va en ello nuestra adecuada situación en la vida, el ponernos en la perspectiva de lo trascendente y de lo eterno. Si no encontramos por nosotros mismos las razones de por qué y para qué vivimos somos como el piloto que va en su aeronave y ha perdido el rumbo y no tiene manera de comunicarse a la torre de control.
Corresponder al amor del Señor manifestado en la creación, en el pesebre y en la cruz, dar a nuestra vida un sentido de servicio, vivir para dar testimonio de la verdad y alcanzar la autenticidad son válidas razones para respetar la existencia y vivir con responsabilidad.
No importa que encontremos obstáculos gigantescos en nuestra vida, en un recodo del camino nos asaltarán las penas y las contradicciones, vendrán tensiones en las relaciones personales, se nos oscurecerán las razones para vivir; pero si nosotros lo hemos meditado hondamente, si estamos cienos de apoyarnos en LA VERDAD, saldremos victoriosos en la lucha.
La fe cristiana es verdadera porque se apoya y descansa en Cristo y El dijo: "YO SOY LA VERDAD".
Mientras el hombre no se apoya en la verdad no puede descansar su corazón. Sólo la verdad es liberadora. La verdad es exigente, pero es poderosa para superar las dificultades del agnosticismo. El hombre cobarde y apático es aquel que sabiendo donde está la verdad no corre tras ella. La verdad nos compromete seriamente. Nos compromete a luchar con valentía por un mundo más humano. Nos compromete a encarar los tremendos problemas que la vida de principios del siglo XXI nos presenta. Es el reto de un mundo que sufre y se debate por la sobrevivencia, pero que se niega a aceptar los valores que vienen de lo alto, que proceden del Señor que planeó con sabiduría infinita los caminos de la Historia. Y toda la Historia humana es en realidad la Historia de la Salvación, El amor del Señor nos abre caminos de esperanza, rutas de luminosidad. Así lo experimentaba Amado Nervo cuándo escribió una inspirada estrofa:
Señor, yo te bendigo porque tengo esperanza,
muy pronto mis tinieblas se enjoyarán de luz,
hay un presentimiento de sol en lontananza,
me punzan mucho menos los clavos de mi cruz.
R.P. RAFAEL GÓMEZ PÉREZ, S.J.
"Se puede pensar, con toda razón, que el porvenir de la Humanidad está en manos de quienes sepan dar a las generaciones venideras razones para vivir y para esperar"
Conc. Vat. II Gaudium et Spes, N°. 31.
1. Una encuesta interesante
En conversaciones con diversas personas les he preguntado en confianza:
-¿Cuál es la razón o razones que más te ayudan a ti para VIVIR?
-¿Razones para vivir?
-Sí, razones que tú consideras válidas para vivir. Razones de por qué vives.
Algunas, con una sencillez, con humildad, pero con cierta tristeza me han contestado:
-FRANCAMENTE NO SE y se quedan pensativos, como sorprendidos y como deseosos de descifrar ese enigma y de ponerse a reflexionar o consultar sobre el tema para no tener que contestar con ignorancia: "FRANCAMENTE, NO SE".
2. Otras, al ser interrogadas en el mismo sorprenden un poco y luego me han dicho:
-NUNCA ME HE PUESTO A PENSAR EN ESO.
-Pero, ¿No te parece NECESARIO pensar en eso?
-Creo que sí, pero ya ve, vive uno tan de prisa y con tantas preocupaciones, que no le dan a uno tiempo para pensar en esas cosas difíciles.
Algunos, a la misma pregunta: ¿Porqué vivimos? me han contestado:
-Porque Dios así lo ha querido. El nos ha "echado" al mundo para que vivarnos...
-¿y por qué lo ha querido así?
-Para que nos multipliquemos...
-¿y para qué nos multiplicarnos?
-Pues,... para ir al cielo.
Este hombre joven, ya casado, responsable, empeñoso, que había estudiado dos años de secundaria y llevaba una vida ordenada y es creyente, ya había avanzado un poco más. Sin embargo, todavía no acababa de quedar satisfecho con sus respuestas y pedía instrucción.
-¿Por qué vivo? Vivo porque mis padres se conocieron, se amaron, se casaron y me engendraron.
-y tus padres, ¿Por qué viven?
-Porque mis abuelos se conocieron, se enamoraron, se casaron y engendraron a mis padres.
-y LA PRIMERA PAREJA HUMANA, ¿Por qué vino a la vida?
-Bueno, pues aquí ya entramos en el terreno de Dios.
-¿Crees que Dios creó al hombre, a la primera pareja?
-Sí lo creo.
-y ¿Por qué los creó Dios? -Eso si ya no lo sé.
La ciencia del preparatoriano creyente se había agotado.
3. Respuesta de un Intelectual
-"Creo que la vida del hombre es un largo camino hacia Dios. Unos lo buscan en la naturaleza, otros en el arte, muchos, sin saberlo, en el amor de las criaturas. A mí me seduce más la idea de que Dios se encuentra en el fondo de nosotros mismos, en el yo absoluto, reducto insobornable del ser...
"¿Por qué buscas en el fondo del cielo lo que se halla dentro de ti?", exclama uno de los personajes del extraordinario Julien Green. Lo contrario de Dios es la nada, el no ser. Ascender hacia Dios es acercarse a la luz, a la cumbre. No sé quién decía que gustaba de leer los místicos como los relatos de viajes a regiones extraordinarias a donde uno no podía ir nunca, pero que fascinaban al lector. Y en esas experiencias se halla quizá la mejor explicación del universo y del hombre que ninguna ciencia alcanzó todavía". Lo que mi amigo ha dicho, terció otro escritor, yo lo reforzaría diciendo que es necesaria la intervención de un ser capaz de dar la existencia a lo que no la tiene. Explicaré este punto y después contestaré a la pregunta que Ud. hizo, ¿Por qué vivimos?
El hombre de hoy es poco propenso a aceptar misterios, pero si no acepta el misterio de Dios, tiene que aceptar el misterio, yo diría más bien el absurdo, de la nada produciendo la vida, o de una materia ciega o inerte viniendo no se sabe de dónde y creada no se sabe por quién. Esta materia resulta así ser infinitamente sabia, ya que es el principio ordenador del complejo universo que todos conocemos. En realidad, el misterio del Ser Supremo lo que hace es dejar patente la grandeza de Dios y la limitación de la inteligencia humana.
Es evidente que la presencia de un hombre en el mundo no se explica sólo por la intervención generadora de sus padres.
¿Planearon mis padres el mundo? ¿Estudiaron cómo debía ser la respiración de los pulmones? ¿El latir del corazón? ¿La circulación de la sangre? ¿Descubrieron ellos mi forma de raciocinar? ¿Planearon mi libertad? ¿Soñaron siquiera en la estructura del ojo de su hijo? ¿Se les ocurrió acaso que era bueno que hubiera tendones y músculos y uñas y cabellos y cejas y pestañas y articulaciones? NO.
Ellos recibieron al pequeño que era yo y nací maravillosamente formado. Yo era la realización de un PROYECTO QUE ELLOS NO TRAZARON. Detrás de mis padres está el Planeador universal, el Creador con sabiduría infinita para coordinar un mundo en movimiento.
El conjunto del mundo es maravilloso. Somos perpetuos viajeros de un globo terráqueo que se desliza en torno al sol con una velocidad promedio de 108,000 kilómetros por hora; ese globo gira sobre sí mismo y su velocidad tangencial es de mil kilómetros por hora en la latitud de los cuarenta grados. Ese mismo globo con el sol y el sistema planetario se dirige hacia la estrella Vega, de la Constelación de Lira a 70,000 kilómetros por hora.
Viajamos, viajamos y viajamos y estamos sujetos a tres movimientos y ni siquiera nos percatarnos de que nos movemos. Movimientos reales, movimientos fantásticos, movimientos uniformes y sin embargo, son movimientos NO PERCEPTIBLES. ¿A dónde vamos?
Esa armonía no puede ser casual, sino que responde a un proyecto inteligente. Al Creador inteligente que ordenó los mundos lo llamamos Dios.
Damos un paso más. Dios crea los mundos, los ordena y Dios crea al hombre. Pero, ¿Por qué lo crea? ¿Por qué esa inmensa cadena de seres humanos que pueblan la tierra? ¿porqué?
Yo he meditado mucho en este tema: ¿porqué vivo? ¿por qué vivimos? ¿Cuáles son las razones para vivir una vida humana con conciencia responsable? ¿Aceptan todos los hombres la razón de su vida?
La filosofía nos enseña que el motivo por el cual una persona actúa o se decide a una acción es PARA ALCANZAR UN BIEN. Siempre se mueve el hombre para obtener un BIEN Hasta los que se suicidan, creen con su terrible acción, alcanzar un bien: El término de sus sufrimientos espantosos.
Que todos actuamos para alcanzar un bien, lo podemos comprobar por nuestra propia experiencia. Examinemos nuestras motivaciones de acción y siempre encontraremos que buscamos un BIEN.
Por otra parte, al reflexionaren la naturaleza del ser divino, comprendemos fácilmente que Dios, por ser perfectísimo, NO PUEDE ADQUIRIR UN NUEVO BIEN. Eso sería hacerlo dependiente de las cosas. Y Dios es EL ABSOLUTO. El que en sí mismo tiene ilimitada perfección.
Así pues, Dios, al crear al hombre, no Lo hace ni puede hacerlo PARA ADQUIRIR UN BIEN. Pero sí puede hacerlo para COMUNICAR UN BIEN.
La esencia divina es eso: Difundir el bien, comunicarlo, dar a otros, dar y dar y siempre dar desinteresadamente. Pero comunicar el BIEN es sencillamente Amar. Hemos, pues, llegado al término de nuestro raciocinio. Dios crea al hombre por Amor.
El amor es el eje del mundo y el eje de la Creación. La creación de los hombres es una obra DE AMOR. La razón principal para vivir es EL AMOR QUE DIOS NOS HA TENIDO. Y si entendemos esta razón, nuestra vida cambiará y se iluminará con profusión.
Podemos con toda justicia decir que LA RAZON DE VIVIR NO ES TANTO LA EXPRESIÓN DE UN SILOGISMO, de un pensamiento humano, cuanto la presencia amorosa y operativa de Alguien. En los momentos dolorosos de la vida se requiere un punto de apoyo muy sólido PARA SEGUIR VIVIENDO.
4. Primera razón para vivir: Dios nos ama.
La razón más válida para seguir viviendo y para vivir con decisión, con gallardía, con esperanza es LA INTIMA y PROFUNDA CONVICCIÓN de que DIOS NOS AMA.
El ensayista LUIS MARÍA ANZON confirma con sus palabras lo anteriormente expuesto.
“Dios hecho hombre le da sentido a la vida y contesta el interrogante tremendo de Unamuno: “¿Por qué vivimos, si no hemos pedido la vida? ¿Por qué se nos ha arrojado a este Valle de lágrimas sin quererlo nosotros? ¿Por qué se alumbra nuestra existencia en la miseria humana sin contar con nuestra voluntad?"
El hijo de Dios vivo, hecho hombre, el Cristo que dijo a los Apóstoles: "Triste está mi alma hasta la muerte"; el que perdonó a la pecadora y MURIÓ DE AMOR SOBRE LA CRUZ, HA LLENADO DE SENTIDO LA VIDA HUMANA.
Dios hecho hombre nos revela al Dios Creador. Cristo le I da sentido a la vida humana y entonces la vida es un don impregnado de amor
Nadie se enfada con quien le hace un regalo, si el que hace el regalo lo hace con amor. Y Dios nos hace el don de la vida que culminará en un océano de felicidad, semejante al que inunda a la Divinidad.
Sin Cristo humano sería difícil descubrir el hilo de oro que borda la existencia humana.
Tal vez nuestro escritor sentía lo que Maritain nos dice en "El Campesino de Garona: Las almas sienten avidez de autenticidad de claridad...descubren el misterio del ser humano. Es como una nostalgia del Evangelio y de Jesús".
5. La Enseñanza de la Biblia.
En el Antiguo Testamento Dio habla a su pueblo en términos familiares llenos de cariño y de mil maneras le da a entender su predilección por él.
La Historia de la Salvación, expresada en toda la Biblia es una Historia de Amor: el amor de un Dios que quiere entrañablemente a su pueblo, aunque no siempre encuentre correspondencia a su desinteresado amor.
En el cautiverio de Babilonia el pueblo se dio cuenta de la grandeza de su Dios y del amor que le profesaba. Se dio cuenta de que las naciones eran, ante El, "como granito de polvo en la balanza", lo cual hacía más meritorio el amor de Yahvé por su pueblo: "Porque yo soy el Señor, tu Dios, que te toma de la mano y te digo: "No temas, que yo soy el que te socorrió. No temas, Jacob, pobre gusanillo; no tienes que temer, pobre larva. Yo soy tu auxilio, dice el Señor, y el santo de Israel es el redentor tuyo". (Is. 41, 13)
Si pasamos al Nuevo Testamento, Jesús nos revela el inmenso amor que siente por sus hermanos: "Yo no les diré siervos, sino amigos, porque el siervo no sabe lo que hace su Señor, a ustedes los he llamado amigos, porque todas las cosas que escuché de mi Padre, se las he comunicado". En la Ultima Cena, Jesús vuelve sobre el tema del amor a sus hermanos: "Ámense los unos a los otros COMO YO LOS HE AMADO" (Jn.15, 15; 13, 24).
San Pablo comprendió muy bien el inmenso amor de Dios a los hombres, por eso en un estupendo trozo lírico entonó el HIMNO AL AMOR DE DIOS en su carta a los Romanos:
"Ante esto, (el plan de salvación de Dios) ¿Qué diremos? Si Dios está por nosotros, ¿Quién contra nosotros? El que no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien, lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con él graciosamente todas las cosas?.. Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos DEL AMOR DE DIOS, manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro. (Rom.8, 31-38)
El amor paternal de Dios a sus hijos los hombres es el misterio más grande que se esconde en la Biblia. Un amor tierno que lo lleva a darnos a su Hijo para que El nos ilustre en los planes divinos que culminan en el Reino.
6. La Vivencia de Dios
La plenitud de felicidad de la persona humana sólo puede venir de la perfecta armonía de relaciones interpersonales. Y la religión es esencialmente una relación personal del hombre con Dios. La relación más profunda que pueda haber por referirse ala persona de mayor dignidad que puede existir: Dios.
Jesús, en el Evangelio se esfuerza por hacernos comprender lo profundo e íntimo de la relación con Dios, nuestro Padre que está en los cielos.
Nunca los hombres pudieron soñar en que sus relaciones con la divinidad pudieran ser de hijo a Padre. A Dios se le consideraba rodeado de gran majestad y El era siempre el Señor, el Todopoderoso y el hombre su vasallo y servidor.
Jesús nos revela el gran misterio y nos dice: "Dios es tu Padre". Las relaciones son familiares. El hombre entra en la familia divina por ser hermano de Jesús, el Hijo natural de Dios. Esto es algo que ningún mortal pudo soñar.
En la parábola del Hijo Pródigo Jesús nos quiere hacer comprender cuáles son las relaciones del hombre con Dios y por eso nos refiere la conmovedora historia del Padre que nunca deja de amar al hijo que se aleja de la casa paterna, pero que respeta la libertad del que ya no quiere "dejarse amar". Cuando el hijo vuelve, el Padre lo perdona y quiere volver a hacerlo feliz. (Lc.15, 11-24)
La conciencia íntima de ser hijos de Dios debería alentarnos maravillosamente para vivir con esperanza. El amor de Dios a nosotros hasta el punto de elevarnos a la dignidad de hijos suyos es objetivamente la razón más fuerte para VIVIR. En esta realidad consoladora debe fincarse la esperanza humana. No hay ninguna otra razón de mayor peso porque la dignidad de la filiación divina supera cualquier otro valor puramente humano.
San Juan de la Cruz sintió ardientemente en su corazón la vivencia del amor de Dios y así pudo escribir en su Cántico Espiritual:
¿A donde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huíste,
habiéndome herido ,
salí tras ti clamando y ya eras ido.
7. Segunda razón para vivir: Corresponder al amor de Dios
En una jerarquía ordenada de motivaciones para VIVIR CON ILUSIÓN, después del motivo número uno que es el amor de Dios hacia nosotros, vendría inmediatamente en segundo lugar la necesidad de corresponder al amor de Dios.
Y esa correspondencia sólo puede ser con amor. Por eso el mandamiento supremo para el hombre es el de AMAR A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS, o, como dice la Biblia: Amar a Dios con todo el corazón, con toda la inteligencia, con todas las fuerzas.
Hay muchos jóvenes modernos que no comprenden bien por qué existe el primer mandamiento de AMAR A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS. Algunos dicen: A mí me molesta que Dios me mande que lo ame. Yo creo que el amor debe ser libre y espontáneo y que si es imperado, si es por obligación y por mandato, ya no es verdadero amor. Esta posición emotiva plantea mal el problema del sentido en que debemos tomar el primer mandamiento de la Ley de Dios. Dios nos manda que lo amemos porque conoce la esencia de nuestro ser espiritual y sabe muy bien que NUNCA SEREMOS FELICES si no lo amamos. Dios no nos manda que lo amemos porque NECESITA nuestro amor, sino porque nos ama demasiado y quiere nuestra plena realización: que sólo se dará en nuestro amor a El. Si no amamos a Dios sobre todas las cosas, vamos a amar el dinero, las comodidades, los placeres desordenados, el vino, la droga o el juego.
No todo mandato lesiona la dignidad humana: Si una madre y un hijo se separan por necesidad, pero se aman profundamente, cuando la madre manda al hijo y le dice: Escríbeme, escríbeme, hijo mío... este mandato brota del amor de madre y no debe molestar al hijo. Si Dios nos manda que lo amemos sobre todas las cosas es porque sólo en ese amor encontraremos nuestra plenitud humana, sólo en ese amor encontraremos la felicidad verdadera. Si no existiera el primer mandamiento, tampoco existiría el segundo y el mundo sería una selva despiadada en que no florecerían las rosas del amor.
Por eso el poeta español León Felipe armonizando los dos mandamientos: El amor de Dios y el amor al prójimo, escribió inspiradamente:
"Hazme una cruz sencilla, carpintero,
los brazos en abrazo hacia la tierra,
el ástil, disparándose a los cielos...
que no haya un solo adorno que distraiga
este gesto, este equilibrio humano
de los dos mandamientos".
La sensibilidad moderna es a veces enfermiza y ve con malos ojos todo lo que pueda restringir en lo más mínimo la espontaneidad y la libertad. Pero no es la espontaneidad ni la libertad el bien MAXIMO de persona humana, sino la consecución del UL TIMO FIN. Carecer de libertad es, en algunas ocasiones, UN BIEN EXTRAORDINARIO: Por ejemplo, cuando en un naufragio logramos asirnos fuertemente a un salvavidas, tener libertad para dejarlo, sería nuestra ruina.
Hay una gran diferencia entre llevar una vida natural y simplemente contentarse con vivir y entrar en el plan divino de la salvación. Y en ese plan divino el amor juega un papel esencial: El amor a Dios y el amor a los hermanos. ¿Y no es altamente dignificador decir: "Yo viviré porque quiero poner en mi vida el sello del amor y por eso quiero AMAR A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS?
Pero no podremos amar a Dios sobre todas las cosas sin amar también a nuestros hermanos. Por eso nos dice San Juan: "El que no ama a su hermano a quien ve, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ve?" (1 Jn. 4, 20).
El eje prioritario de la vida es el amor. Ninguna vida humana se realiza con plenitud sin amar. Y el amor no se descubre con los sentidos. El amor es algo espiritual que brota de la voluntad libre iluminada por la inteligencia y fogueada por la emotividad. "La idea sólo queda soldada al acto por el calor del afecto". Dios es amor y nos quiere semejantes a El por eso nos pide que lo amemos sobre todas las cosas. Corresponder al amor de Dios puede parecer, a quien no profundiza, como algo muy etéreo y no propio de este mundo cargado de luchas y problemas. Sin embargo, esas luchas y problemas deberían acercarnos más al ideal que Dios nos traza. La experiencia de nuestra misma vida nos debe hacer conscientes de que la vivencia de S. Agustín también puede ser nuestra: "Hiciste, Señor, nuestro corazón para Tí y estará inquieto hasta que descanse en Tí".
8. Tercera razón para vivir: Dar a nuestra vida un sentido de servicio.
La vida humana tiene dos vertientes totalmente opuestas. Una es la vertiente del servicio, del progreso, de la mutua ayuda, de las relaciones personales bien integradas, del avance en las ciencias, de tener lo necesario para una vida digna...
La otra vertiente es lo inútil de la vida: El egoísmo exagerado, la desconfianza, los crímenes, las drogas, el sexo desordenado, los fraudes y las torturas.
Cada persona humana, con su modo de vivir, dice hacia qué vertiente se inclina, si hacia el lado útil y constructivo de la vida o hacia el lado perjudicial y destructivo.
Cada uno de nosotros tendremos que elegir. No podernos quedarnos paralizados, porque esa parálisis es ya estar en la vertiente negativa. Al bien tenemos que llamarlo bien y al mal tenemos que llamarlo mal.
Hay criminales que se admiran a sí mismos. Se consideran muy inteligentes porque han logrado escapar de la policía. Consideran sus crímenes como hazañas de inteligencia y heroicas. Claramente se están inclinando a la vertiente negativa de la vida.
En cambio, los que están animados de un sincero deseo del bien común, los que se sacrificaron en aras de la Patria o de su familia, los que dedicaron su tiempo a la investigación para hacer la vida más atractiva, los que ayudaron moral o económicamente a los más necesitados y supieron compartir sus bienes, sin engañosa avaricia...éstos, ven con claridad que podrían llevar una vida más fácil, pero menos fecunda y prefieren inclinarse con valor a la vertiente constructiva de la vida.
Los que así proceden no lo hacen en vano. No quieren ser estériles higueras plantadas en los huertos de la vida, sino que quieren SERVIR, SER UTILES a los demás y en esto encuentran la satisfacción interior que inunda el corazón de paz y aún de felicidad. Un gran psicólogo moderno escribe: "No le pidas a Dios que te haga feliz, sino UTIL, y la felicidad vendrá a tu corazón".
Los que quieren servir y ser útiles a los demás, podrían decir con un poeta moderno:
"Quiero hacer bien en mi vida
para sentir en mi pecho
esa dulzura escondida
que engendra la indefinida
satisfacción del bien hecho.
Que es verdad que, aunque haya quien
nunca logrará entenderlo,
hay un goce de hacer bien
por sólo el goce de hacerlo.
Y es que el que siembra este suelo
de rosales de poesía,
de esperanza, de alegría,
de fortaleza y consuelo;
y al que le da a sus hermanos
rosas de consejos sanos
y palabras bondadosas
¡le queda siempre en las manos
algún perfume de rosas!...
Compartir quiero mis días
con otras almas hermanas
y partir mis alegrías,
que, en lo que tienen de humanas,
tan suyas son como mías;
abrir a todos mis brazos
y consolar sus pesares
y entre rimas y cantares
darles la vida a pedazos...
Que este anhelo de poesía
de mi ser, que no se harta
jamás de luz y armonía,
Dios se lo dio al alma mía
PARA QUE YO LO REPARTA.
9. Cuarta razón para vivir: Dar testimonio de la Verdad.
Jesús vino a este mundo PARA DAR TESTIMONIO DE LA VERDAD (Jn: 18, 37). Si el dar testimonio de la Verdad era para Cristo una razón válida para realizar la gran hazaña de la Encarnación y venir a este mundo, bien podemos igualmente nosotros considerar como motivo válido para vivir el QUERER DAR TESTIMONIO DE LA VERDAD.
La verdad es eterna. La verdad es siempre la relación de conformidad entre dos cosas: Cuando hay conformidad entre nuestro pensamiento y nuestras palabras, tenemos la verdad moral; cuando hay conformidad entre nuestra mente y la realidad, tenemos conocimientos verdaderos y esta es la verdad lógica; cuando hay conformidad entre lo que somos y lo que hacemos, tenemos la verdad ontológica.
Cristo es descrito en la Escritura como "lleno de gracia y de VERDAD". Cuando en la Ultima Cena Tomás le dice con ingenuidad a Jesús: "Señor, no sabernos a donde vas, ¿cómo podernos saber el camino? Entonces Jesús lo instruye con estas maravillosas palabras: "Yo soy el camino, LA VERDAD y la vida". (Jn.14, 6)
La VERDAD, nos dice también Cristo, nos hará LIBRES. (Jn. 8, 32)
La verdad en nuestros conocimientos, la verdad en nuestros labios, la autenticidad en nuestras actitudes es lo que afirmará nuestra personalidad y lo que nos hace dignos de crédito. No puede encontrarse el bienestar humano ni en la mentira, ni en el error ni en la hipocresía.
Si un joven dice a su prometida: "TE AMO" y ella le cree y confía en esa palabra y le corresponde con verdadero amor surge la felicidad de aquella pareja. Y mientras siga siendo verdad que se aman, seguirán disfrutando de la felicidad. Pero si aquel joven MIENTE a su prometida y no la ama, sino sólo quiere obtener la herencia que ella recibirá en breve, tarde o temprano el matrimonio fracasará y la causa fundamental de ese fracaso, de esa infelicidad será UNA MENTIRA.
La sinceridad entre los hombres no es un artículo de lujo del cual pudiéramos prescindir. La verdad y la confianza en las relaciones humanas es un pilar básico para el bienestar, humano. Cuando la mentira o la calumnia se hacen comunes y corrientes entre los hombres, entonces viene un profundo malestar social que desalienta y causa el hastío de la vida.
La Biblia nos cuenta en el libro de Daniel el falso testimonio de aquellos dos ancianos libidinosos y por cuya causa iba a morir la casta Susana. Daniel, inspirado por Dios, los separó, interrogó a cada uno y los hizo entrar en contradicción. El pueblo, apoyado en el sabio juicio de Daniel, absolvió a la inocente y castigó a los culpables. La mentira que había en su interior los hizo perder su prestigio de ancianos y la confianza que se tenía en ellos.
No solo por las mentiras puede fracasar la vida de los hombres. También por el error se pueden destrozar las vidas humanas. La Historia nos enseña cómo los griegos y los romanos, admirables en el arte del bien hablar, de la cultura y la filosofía, se equivocaron lamentablemente en lo religioso y cayeron en una serie innumerable de supersticiones y errores.
La verdadera ciencia nos exige un cuidadoso avance para no aceptar como cierto lo que es probable, para no sacar conclusiones más allá de lo que los datos exactos nos enseñan. El hombre ha avanzado a pasos agigantados en el conocimiento de múltiples fenómenos: conoce las partículas nucleares, que son los últimos componentes de la materia, conoce la célula, los fenómenos meteorológicos, los electromagnéticos, conoce muchos misterios de la vida orgánica, de la vida psíquica y de la vida social. Todos estos conocimientos científicos han hecho la vida humana más atractiva y fecunda.
Quien emplea buena parte de su vida en adquirir la ciencia y la comunica a los demás, se ha colocado en la vertiente positiva de la vida. Quien se llena de errores y los va propalando, se ha colocado en la vertiente negativa o inútil de la vida.
La autenticidad, o sea, la verdad ontológica, nos es absolutamente necesaria. La ficción y las apariencias, la discordancia entre lo que somos y lo que hacemos viene a falsificar nuestra vida y nos convertimos en monedas falsas. En cambio, quien procede guiado por la razón y se rige por valores humanos, ese es un hombre AUTÉNTICO. Entre su ser y su forma de actuar existe conformidad y armonía. En esto consiste la realización humana: en proceder lógicamente entre lo que somos y lo que hacemos, entre nuestro ser y nuestro operar. Quien así procede está DANDO TESTIMONIO DE LA VERDAD.
Nuestra vida es UNICA y si introducimos distorsiones entre lo que somos y lo que hacemos, entonces HEMOS FALSIFICADO NUESTRA EXISTENCIA.
CONCLUSIÓN
Hemos procurado descubrir las razones de POR QUÉ y PARA QUÉ VIVIMOS. Y en nuestra búsqueda encontramos que la razón principal de por qué vivimos es el amor que Dios nos ha tenido y por eso nos llamó a la existencia y trazó su plan de salvación para toda la humanidad. "Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad". (1 Tim. 2, 4)
Esta razón del amor creador se agiganta con la razón del amor redentor por la que Cristo, al llegar la plenitud de los tiempos, se hace nuestro hermano y pone su tienda con nosotros. Al amor de Dios Padre se une el amor de Dios Hijo que desciende al pesebre y sube a la cruz.
Sin embargo, estos hechos clarísimos se nos volverán oscuros si no los meditamos, si no los ponderamos con detenimiento. La celeridad de la vida moderna que vivimos no debe impedirnos la reflexión profunda, pues va en ello nuestra adecuada situación en la vida, el ponernos en la perspectiva de lo trascendente y de lo eterno. Si no encontramos por nosotros mismos las razones de por qué y para qué vivimos somos como el piloto que va en su aeronave y ha perdido el rumbo y no tiene manera de comunicarse a la torre de control.
Corresponder al amor del Señor manifestado en la creación, en el pesebre y en la cruz, dar a nuestra vida un sentido de servicio, vivir para dar testimonio de la verdad y alcanzar la autenticidad son válidas razones para respetar la existencia y vivir con responsabilidad.
No importa que encontremos obstáculos gigantescos en nuestra vida, en un recodo del camino nos asaltarán las penas y las contradicciones, vendrán tensiones en las relaciones personales, se nos oscurecerán las razones para vivir; pero si nosotros lo hemos meditado hondamente, si estamos cienos de apoyarnos en LA VERDAD, saldremos victoriosos en la lucha.
La fe cristiana es verdadera porque se apoya y descansa en Cristo y El dijo: "YO SOY LA VERDAD".
Mientras el hombre no se apoya en la verdad no puede descansar su corazón. Sólo la verdad es liberadora. La verdad es exigente, pero es poderosa para superar las dificultades del agnosticismo. El hombre cobarde y apático es aquel que sabiendo donde está la verdad no corre tras ella. La verdad nos compromete seriamente. Nos compromete a luchar con valentía por un mundo más humano. Nos compromete a encarar los tremendos problemas que la vida de principios del siglo XXI nos presenta. Es el reto de un mundo que sufre y se debate por la sobrevivencia, pero que se niega a aceptar los valores que vienen de lo alto, que proceden del Señor que planeó con sabiduría infinita los caminos de la Historia. Y toda la Historia humana es en realidad la Historia de la Salvación, El amor del Señor nos abre caminos de esperanza, rutas de luminosidad. Así lo experimentaba Amado Nervo cuándo escribió una inspirada estrofa:
Señor, yo te bendigo porque tengo esperanza,
muy pronto mis tinieblas se enjoyarán de luz,
hay un presentimiento de sol en lontananza,
me punzan mucho menos los clavos de mi cruz.
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