Destino (Cuento Propio)

Les dejo un muy breve cuento mio, espero que les guste.

Destino


"Dicen que desde los comienzo de los tiempos los dioses prohibieron la relación entre los hijos del Mar y los hijos de la Tierra, pero Nortia, la diosa del Destino y de la Suerte, una dama austera y callada, profetizo en cambio que el designio de los dioses se vería truncado en muchas oportunidades, cuando la voluntad y el Destino de los hijos del Mar y de la Tierra fuera más fuerte que la prohibición..."

En un pequeño pueblo, a la costa del mar, en un olvidado y lejano país, circula llevada por las alas de la leyenda, la historia del Pescador y la Nereida. Es una historia de las que las ancianas cuentan a los niños a espaldas de sus padres, que no ven con buenos ojos la Desobediencia.

Hace mucho tiempo vivía un joven pescador, que todos los días, bien temprano por la mañana se hacía de su pequeño bote y echaba sus redes al mar. No siempre tenía buena pesca pero nunca se aventuraba mucho más allá de la costa, los otros pescadores lo aconsejaban para que se internara mar adentro, pero él, en su falta de experiencia, optaba por lo seguro y se mantenía cerca de la costa.

Durante algún tiempo vivió de su oficio, pero lamentablemente se hundía más y más en la pobreza, y en un momento, el pescador, desesperado por las deudas que lo agobiaban finalmente se decidió y con su pequeño botecito se hizo hacia la mar. Lo que él no sabía es que una feroz tormenta se desataría y que estaría a punto de morir, de no haber sido por la ayuda de Ella, quien fuera la primera entre todas las Nereidas, la más bella y la principal, que se apiadó del joven e intercedió ante su Padre, para que pedir que aplaque su ira. El pobre pescador nada podía ver por las altas olas que se alzaban, pero podría jurar que por debajo del agua, muy cerca de su barca, un fuego ardía y que por encima del aullido del viento, que de alguna manera había amainado, pero seguía gritando con furia, podía oír una dulce voz que lo animaba y lo llenaba de paz, tanta angustia socavó su espíritu, y creyéndose perdido se desvaneció sobre su barca para despertarse a salvo en la orilla del mar.

A partir de ese día, cada vez que el pescador se hacía a la mar llevaba consigo preciosas cestas flotantes, en las que dejaba lleno de profundo agradecimiento y respeto sus ofrendas a la Ninfa. Ella en un principio recibía estas ofrendas en silencio, pero al poco tiempo, animada por la sinceridad del pesador se presento ante él y así nació entre ellos una nueva y sólida amistad, algo infrecuente entre los Hijos del Mar y de la Tierra. Todos los días el pescador se subía a su bote y se encontraba con la Ninfa en el mar y ella contaba con su dulce voz acerca de los Reinos de las aguas, del trono de perlas del Gran Rey del Mar y de su Corona de escamas de oro, mas no quería saber de las nuevas del reino de la tierra, pues su condición de hija del mar la recluía a vivir únicamente sobre las aguas y eso la entristecía, pero fue el pescador quién le quitó ese peso del espíritu, porque como él decía, los dones de la tierra vivían en Ella, pues en sus rojos cabellos vive el recuerdo del fuego un don que comparten tanto los dioses como los mortales, en sus verdes ojos la esencia misma de la Tierra, la de las cosas que crecen, desde las colinas alfombradas de verde , hasta las hojas de los árboles, que se alzan queriendo llegar al Olimpo , y su Voz, que es como el dulce viento de la mañana que acaricia el rostro de los hombres cuando sale el Sol. Todas estas cosas le recordaba el pescador a su amiga, y Ella olvidaba su pena y volvía a cantar.

Pero de cualquier manera esta era una amistad que estaba prohibida, y cuando la noticia llegó a oídos del Rey del mar este montó en cólera y le ordenó a la Ninfa que nunca más viera al muchacho mortal y Ella, temerosa de la ira de su padre sobre su amado amigo, se alejó del pescador. El pobre joven no volvió a ver a su amada amiga y con el corazón roto creyó que era culpa de su pobre condición de Mortal lo que lo hacía indigno de la amistad de la Nereida, y con ese alterado pensamiento el pescador maldijo a su estirpe y se alejo en su bote hacia alta mar, hacia el sitio donde se encontrara con la Nereida pero a mitad de camino una feroz tormenta ordenada por el Rey del Mar sacudió la pequeña barca, cobrándole la insolencia de atreverse a desafiar la prohibición, mas el pobre pescador, antes de desprender el espíritu de su cuerpo tuvo un último momento de dicha, pues sobre el sobre el mar, como un fuego fatuo, la brillante cabellera de la Nereida enmarcaba su rostro sonriente de ver a su amigo, y con un último abrazo el pescador finalmente falleció.

Dicen los viejos pescadores que lamentablemente el alma del joven no pudo continuar su camino, como castigo por desobediencia, y que en entre la niebla del mar, antes de una tormenta se lo puede ver en su barca, inclinado sobre el mar, observando feliz un resplandor como de fuego bajo las olas que se dirige a su encuentro.