Cuentos cortos

Un buen tema para escuchar mientras leen



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Insaciables, increíbles e injustificables dudas de un
“apoderador oculto” que no posee nada





    Como quien cree vivir y vive creyendo, como quien ve un delito y responde solo con cólera, como quien dice hasta luego sabiendo que jamás va a volver; como quien dice “el mundo” y se refiere únicamente a aquello que conoce y supone, no me importa. En serio, no me importa, pero lo quiero saber igual, tal vez por pura morbosidad, o, tal vez, para actuar correctamente, no dentro de la ética y la moral, sino correctamente.

   Ya casi es hora de seguir despierto, un café me vendría bastante bien. No puedo soportar la espera, el ansia de calmar unas dudas. Calmarlas así no se vuelven sospechas. Porque si se vuelven sospechas, luego, me uniré y me confundiré con el odio y ya no seré yo mismo nunca más, aunque logre volver a serlo, ya no lo seré, solamente estaré confundido.
   Ensayo un discurso… bueno, en realidad, no estoy ensayando un discurso, simplemente estoy fabulando una conversación que me sería bastante favorable, en donde aclaro absolutamente todas mis dudas, estás aclaraciones, por supuesto, me favorecen enteramente a mí y no perjudican emocionalmente a nadie. ¡Todos felices! ¡Todos irreales!
   Termino el café y enciendo un cigarrillo rubio, porque aún creo tontamente que me ayuda a pensar, y me concentro en mis dudas. No puedo morder la mano que me da de comer. ¿Pero puedo morder sus uñas? ¿Puedo rechazar la comida? ¿Puedo? ¿La mano me puede morder a mí? ¿Puedo seducir a la mano? ¿Qué/quien es la mano? ¿Qué hay después de la mano?
   Son las siete y veinte de la mañana y finalmente llega ese a quien debo interrogar. Lo trato con naturalidad, porque por nada del mundo debe saber que quiero robarle información. Le ofrezco un café, unas medias lunas, hablamos del clima, de la inseguridad, de la noche que está por venir y de la noche que pasó.
   Es el momento, tengo que preguntar. Pero claro, no puedo preguntar literalmente si puedo morder las uñas de la mano que me da de comer o si la mano me puede morder a mi, es demasiado arriesgado, tengo que esconder la pregunta debajo de otra pregunta.

—   ¿Cogieron?
—    No

   Y entonces me pude dormir tranquilo. Varias horas después resucité.


==SEPARADOR==



Transformación




   Se llamaba Natalia y era de las personas más oscuras que alguna vez conocí, pero a ella el nombre de Natalia le resultaba chocante con su tristeza, Natalia le sugería más una persona alegre, extrovertida, chistosa.
   Un dato, tal vez, irrelevante: Natalia es un nombre de origen latino, con la etimología natalis dies (día del natalicio –de Cristo-). Su significado es: Aquella nacida en navidad y también, aquella que cuida de la vida.
   En algún momento pensó en cambiarse el nombre, propuesta que auto rechazó al momento de su concepción, ya que Natalia había sido también nombre de su madre, abuela, y bisabuela. Al solo hecho de haber tenido tal ocurrencia lo vivió como una severa traición a su propia sangre.
   Decidió cambiar su personalidad. Pintó la casa de blanco, se amigo con el sol, tiró todos sus libros de Bukowski, redujo la bebida al ambiente festivo, se consiguió un novio bueno y buen mozo, instaló el cable, compró una computadora, se hizo amiga del te, comenzó a apretar el tubo de la pasta de dientes desde abajo, se compró una cartuchera llena de colores, llena de lapiceras de colores, con una tijera, pegamento, un lápiz  de minas, goma de borrar, sacapuntas y marcadores fluorescentes. Compró discos a la moda, ropa de colores, se hizo un blanqueo de dientes para poder sonreír todo el día.

   Creo que además de llamarse Natalia estaba enamorada, aunque creo que su amor no estaba destinado a su nuevo, bueno y buen mozo novio, con el cual se casó al año de noviazgo y, luego, viajó a París en motivo de la luna de miel.
   A la tercera noche de luna de miel, Natalia despertó al momento que daban las cuatro de la mañana y se encamino hacia el baño, se sentía muy descompuesta. Vomitó cuatro veces, tiró la cadena y se miró al espejo, tenía los cuatro incisivos centrales podridos, el resto de los dientes ya no los tenía más.


==SEPARADOR==


Flores

(no es un cuento, pero viene con el combo)




   Una rosa negra y un clavel podrían ser grandes amigas. Así como lo podrían ser una rosa negra y una margarita. También, una orquídea y un jazmín podrían ser amantes.
   Las flores son hermosas y libres, el ser humano es aquel que las separa a las unas de las otras, es el quien no tolera un campo entero con todas las flores, necesita construir varios campos, uno para cada flor especifica. Las violetas lloran por las noches a sus queridas magnolias. Las rosas se resienten de sus espinas mientras extrañan a las otras rosas.
   Todos conocemos está secuencia: un hombre enteramente de color blanco, de amplia nariz, con bigote y gorra, siembra (de una forma que contradice totalmente a la botánica y  la biología) flores amarillas. Detrás de el, una pantera antropomorfa color de rosa quita las flores amarillas y siembra flores rosas.
   Siempre me pregunte por qué este par de tontos no dejaban de lado la guerra y escuchaban a las flores mismas.


==SEPARADOR==



Pequeña risa macabra




   Desde un punto de vista razonable, un picahielos es solo eso, un pica hielos. Para convertirse en un arma el picahielos necesita de un individuo que lo tome, lo apriete y se lo clave en el centro de rostro.

   Corría la noche más oscura de mi vida. Me encontraba en un iglú de enorme tamaño y con todas las comodidades de la vida moderna. Estabamos allí tres amigo y yo.
   El iglú era redondo, era un circulo perfecto y en el centro exacto de ese circulo había una pequeña mesa, redonda también, donde estabamos los cuatro divirtiéndonos con naipes y apostando módicamente. El tiempo pasaba, por momentos rápido y por momentos despacio. Yo temblaba un poco, no de frío, pero sí un poco.
   Intento concentrarme en el juego. Quiero dejar de lado esa blanca pared de bloques de hielo, la barra vacía, que esta al norte de la mesa, quiero dejar de lado todo, ese cuadro de un esclavo en la pared de detrás de la barra también, todo. Solo estoy yo, mis naipes, y las caras de mis amigos, encargadas de rebelarme la verdad.
   Tengo una buena mano, empiezo apostando poco para disimular. Alguien juega fuerte, me emociono y pongo todas mis fichas, uno de mis amigos las iguala, los otros dos se retiran. Luego, pierdo la mano y quedo en la ruina.
   No me permito sentirme mal y compro más fichas. Me tengo fe, el azar y yo nunca fuimos enemigos.
   Reparten cartas, otra vez una muy buena mano, mis amigos apuestan poco, yo pongo de un saque todas mis fichas en la mesa, intentando que parezca que solo quiero asustar. Uno de mis amigos corresponde mis fichas con las suyas y los otros dos se retiran. Vuelvo a perderlo todo      
   De repente una sensación me parte como un rayo, y esa sensación es: la sospecha. Esta llego a mi de la nada, no fue una sensación que fue creciendo paulatinamente, se presento en su máxima potencia desde un principio, junto con otros síntomas, un ligero temblequeo de mis manos, algo de transpiración y taquicardia y un poco de deseos de violencia.
   “Dos manos casi perfectas, seguidas,  con todo en la mesa y ambas son derrotadas por la mano perfecta. ¡Es imposible! ¿Es imposible? ¡Es imposible!”
   Intento, inútilmente, calcular las posibilidades de que se de lo que se dio. Llego a un resultado estupido y carente de sentido, aunque saque algo bueno de esas cuentitas en el aire, la concentración me privo de la sospecha y de sus compañías. Pareciera, a primera vista por lo menos, que si el ser humano tiene algo en que ocupar su tiempo, este se vuelve un animal menos peligroso. Podríamos decir, que este, vuele a ser un ser humano. Y como buen ser humano que volví a ser, compre más fichas y las perdí. Y volví a comprar más fichas y las perdí. Y volví a comprar más fichas y las perdí.                                                                           Luego, me desconcentre de mi y de mis amigos, y me empezó a invadir el ambiente, que solo entonces note su lúgubre esencia.
   Las blancas paredes de hielo, ya no eran blancas, estaban invadidas por una gran cortina de oscuridad, al igual que todo el iglú, además estas no eran vírgenes como yo las había visto, estaban llenas de violentos dibujos e inscripciones hechas con aerosoles negros. Los dibujos, por su parte, estaban marcados por la oscuridad y la desesperación, algunos de los que se podía ver eran: el diablo clavado en una cruz; enormes monos armados; marineros homosexuales ahorcando niños que tienen libros en sus manos; toda clase de apologías a las drogas (legales e ilegales); un héroe del rock ´n roll destruyendo el suelo con las notas de su guitarra. Por su parte las frases acompañaban la ideología oscura de los dibujos, algunas de las que se podía leer eran: “Todos los hombres nos convertiremos en un único organismo, hermoso y automático”; “Puedes destruir mil relojes, pero para destruir al tiempo, tendrás que autodestruirse”; “El azar, padre de la madre naturaleza”; “Hoy salgo a la calle para ver mil banderas que no existen”, “¿De qué quieres hablarme con un diario debajo del brazo?”.
   Siguiendo con el ambiente, levanté la vista hacia el norte y vi la barra, ya no estaba vacía, estaba llena de espectros carentes de color que tomaban toda clase de licores y narcóticos, y, detrás de la barra, el cuadro del esclavo, tampoco estaba solo. Lo acompañaban varios más, uno con un hombre parado junto a un graffiti donde predominaba el blanco y negro; junto a ese, otro tenía a un hombre y su perro viendo un cuadro de Goya, con algunos cambios, en lo que parecería un museo; el tercero de los nuevos tenía a un luchador de sumo en pose de pelea con muy poco color; había otro de un muchacho con una guitarra eléctrica marcando un la menor en el quinto traste echo casi todo en diferentes tonos de violeta; estaba también el cuadro “Charco” del artista plástico holandés   M.C. Escher, este llevaba una inscripción que decía “Invisible”.
   Al este y al oeste de la mesa, había dos jaulas, que yo no había notado, y en ellas bailaban varios espíritus de las estirpes más bellas del dolor.
   Y al sur estaba la puerta, en verdad, mucho más lejos de donde parecía estar.
   Volviendo a la mesa, mis tres amigos continuaban jugando y yo, luego de haber comprando fichas, perderlas y llorar como condenado, quedé en papel de espectador. Estaba bastante nervioso, cruzado de brazos y de piernas, transpiraba y me temblaban los dientes. Observaba muy atentamente a mis amigos, sin mucha preocupación ya que los Ray-Ban que llevaba ocultaban la dirección y la ira de mi mirada. La transpiración ya me estaba molestando junto con los temblores y en cuanto a la sospecha, a ella ya me había acostumbrado, y además, la consideraba justificada, ya que era obvio que alguna trampa estaba presente. Incluso mis espejos que están todos pintados de negro, en la oscuridad me dan un reflejo exacto. Nunca puede estar todo mal.
   Hundido en la desesperación levante la mesa, se la arrojé a uno de mis amigos y salí corriendo hacia la entrada. Tarde mucho en llegar, y en el camino pude, finalmente, apreciar todo lo que ahí ocurría. Todos los espectros, todos los espíritus, todas las imágenes, todos los graffitis, todos mis amigos, todas las cartas, todas las fichas y todas las trampas eran una sola cosa. Un fantasma, un único y terrorífico fantasma. Mi fantasma, mi “Fantasma mambo”, que logro asustarme como nunca nada lo había logrado jamás. Fue tan grande el miedo que tuve que no pude dejar de correr.
   Logre cruzar la puerta, acto que le agradecí a los dioses en los que nunca creí, y comencé a correr desesperado por la nieve, nieve en la cual me fui enterrando cada vez más y más hasta hundirme completamente, y aún así, hundido y todo, nunca me detuve.
Hoy en día estoy varios metros debajo de la tierra, corriendo aún. Aquí abajo es como estar en una cárcel, o peor. Pero de cualquier forma no tengo muchas ganas de salir a la superficie, se que algún día lo voy a tener que hacer, pero por ahora no estoy muy interesado, ya que no me quiero encontrarme nuevamente con ese fantasma.    Sinceramente prefiero seguir maldiciendo a mis amigos por estafarme en un juego de cartas.


Eso es todo, si les gusto recomienden