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Generación, Degeneración, Regeneración.
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Generación, Degeneración, Regeneración.
Somos lo que hacemos de nosotros mismos a pesar de las circunstancias. Tenemos las influencias del exterior, tenemos nuestras propias elecciones voluntarias, pero falta algo: lo heredado. El tercer elemento que determina nuestro Ser consiste en esa información que recibimos en nuestros genes. Las elecciones, buenas y malas, que tomaron miles de generaciones antes de nosotros, pesan sobre nuestro Ser y generan una tendencia inconciente sobre nuestros actos. No solo debemos luchar contra las agresiones externas, también contra las debilidades de nuestros ancestros y las propias debilidades.
El mal consiste en todo lo que causa daño. El grado de daño causado es el grado de mal experimentado. Ese mal puede denominarse delito, cuando afecta a la persona o los bienes de alguien, en cuyo caso la justicia humana establece una medida cuyo fin es la reparación del daño, como si se quisiera por medio de un resarcimiento pecuniario restablecer el estado de cosas a como estaban antes de la comisión del suceso dañoso. La justicia humana tiene por principio: "dar a cada quien lo suyo". Pero existe un tipo de actos que van más allá de la jurisdicción del derecho positivo, los que solo atiende la justicia divina. En éstos casos, el daño que busca repararse es el daño del ser. No solo reparar los sentimientos dañados, reparar la huella que el pecado deja en el alma. A los fines de la justicia divina, lo que interesa es la regeneración. De modo que es absurdo cuando algunos dogmas cristianos hablan de destrucción del pecador o de la perpetuación del pecado en un lugar eterno como sería el Infierno. Lo que tiene sentido en la justicia divina es la regeneración, exclusivamente. La idea del Infierno surge cuando el hombre tiene el efecto temporal sobre su capacidad de teorizar. Somos ansiosos porque somos temporales. Pero Dios no tiene apuro. Si es necesario el paso de millones de años para lograr nuestra regenarción, Dios se tomará su tiempo.
Fuente:propia.
Generación, Degeneración, Regeneración.
Somos lo que hacemos de nosotros mismos a pesar de las circunstancias. Tenemos las influencias del exterior, tenemos nuestras propias elecciones voluntarias, pero falta algo: lo heredado. El tercer elemento que determina nuestro Ser consiste en esa información que recibimos en nuestros genes. Las elecciones, buenas y malas, que tomaron miles de generaciones antes de nosotros, pesan sobre nuestro Ser y generan una tendencia inconciente sobre nuestros actos. No solo debemos luchar contra las agresiones externas, también contra las debilidades de nuestros ancestros y las propias debilidades.
El mal consiste en todo lo que causa daño. El grado de daño causado es el grado de mal experimentado. Ese mal puede denominarse delito, cuando afecta a la persona o los bienes de alguien, en cuyo caso la justicia humana establece una medida cuyo fin es la reparación del daño, como si se quisiera por medio de un resarcimiento pecuniario restablecer el estado de cosas a como estaban antes de la comisión del suceso dañoso. La justicia humana tiene por principio: "dar a cada quien lo suyo". Pero existe un tipo de actos que van más allá de la jurisdicción del derecho positivo, los que solo atiende la justicia divina. En éstos casos, el daño que busca repararse es el daño del ser. No solo reparar los sentimientos dañados, reparar la huella que el pecado deja en el alma. A los fines de la justicia divina, lo que interesa es la regeneración. De modo que es absurdo cuando algunos dogmas cristianos hablan de destrucción del pecador o de la perpetuación del pecado en un lugar eterno como sería el Infierno. Lo que tiene sentido en la justicia divina es la regeneración, exclusivamente. La idea del Infierno surge cuando el hombre tiene el efecto temporal sobre su capacidad de teorizar. Somos ansiosos porque somos temporales. Pero Dios no tiene apuro. Si es necesario el paso de millones de años para lograr nuestra regenarción, Dios se tomará su tiempo.
Fuente:propia.
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