El Indio Solari, en estado de rock


Andrés Calamaro subió al escenario y compartió tres temas con el Indio


El cantante presentó en La Plata su último álbum, Porco Rex, ante más de 45.000 fieles seguidores


- La imagen se repite, pero no por ello pierde su efecto hipnótico. El Indio Solari comanda el estado anímico de un mar de cabezas, brazos y almas mientras les sugiere eso de los ojos ciegos bien abiertos y les implora que no prendan la luz, que la imagen se desfiguró y que no, que no lo había soñado. Es el final obligado con el himno ricotero por excelencia -"Ji ji ji"- y más de 45.000 espectadores se convierten en protagonistas indiscutidos del show, transfigurándose en una postal que refleja mejor que ninguna el fenómeno que, en los años 90 y con Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota como disparador, le dio al público un lugar de privilegio en el centro de la escena. Esta noche, una vez más, el infierno -el espectáculo que mancomuna a la masa y al artista- fue encantador.

Durante dos horas y media, el Indio Solari les canta, les recita, les susurra al oído a sus fieles, a veces corderos, otras lobos: "Ya vi caer la estrella, tu deseo se cumplió"; "todavía no usé mi milagro de hoy, qué corta es la vida mi amor"; "tu esqueleto te trajo hasta aquí, con un cuerpo hambriento, veloz. Y aquí, gracias a Dios, uno no cree en lo que oye".

Cada palabra, cada estrofa y cada guiño cómplice en la voz de este cantante singular y popular se vuelven súplica y se hacen carne en la multitud que llegó a La Plata para hacer del Estadio Unico su lugar de reencuentro. Hay abrazos, hay llantos, hay miradas que se incrustan en el cielo, bengalas, remeras al viento y banderas en los corazones que viven cada concierto del señor Solari como si fuera el último, el único.

Una pantalla gigante -y cuatro más pequeñas a su lado- que enceguece con imágenes de cerdos psicodélicos y la estampita del santo patrono de ricota que aparece y desaparece; una banda -Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado- que suena comprometida con temas propios y ajenos; una estrella invitada que fue un lujo (Andrés Calamaro compartió con Solari tres canciones sobre el final del concierto: "Veneno paciente", "Esa estrella era mi lujo" y "El salmón"); un pedido por parte del público que ruega que "se vuelvan a juntar", y una elocuente y parca respuesta del cantante misterioso detrás de los lentes negros: "Difícil la partida".

Una lista de temas que combinó la producción solista de Solari los shows del sábado y del domingo funcionaron como presentación de su último álbum, Porco Rex, del que interpretó todas sus canciones con un puñado de clásicos de los Redondos -"Me mata, limón", "Divina TV Führer", "Ella debe estar tan linda", "Nadie es perfecto" pegada a "Ñam Fri Fruli Fali Fru" y "Juguetes perdidos", entre otros, celebrados con euforia desenfrenada-, y una gola que, a los 60 años, aún logra conmover con un arsenal de versos teledirigidos al centro mismo del sistema nervioso.

A siete años del último concierto de Patricio Rey, Solari mantiene intacto el vínculo que estrechó con sus seguidores desde fines de los años 80: sigue siendo padre, pastor, chamán psicodélico, compañero de ruta y guía espiritual de esas decenas de miles de jóvenes y no tanto que se entregan sin razón y cantan de viva voz aquello de "cuando la noche es más oscura, se viene el día en tu corazón".

"Soy un tipo efectista", le dijo el cantante a LA NACION días atrás, y su megalómano espectáculo de luces y sonido en estado de rock permanente da cuenta de ello.

Fuente.




Gracias: P., S. y C. por el glorioso domingo.-